Remberto Latorre
«Inventamos donde vivirán los personajes»
Saulo Benavente, escenógrafo argentino.
El escenógrafo —o, más ampliamente, el diseñador— es quien «grafica» la escena; es un inventor de lugares, personajes y atmósferas. Crea el entorno arquitectónico espacial, que integra la parte ambiental de una representación escénica. Define la caracterización física, social y sicológica de los personajes al crear su vestuario, el maquillaje y peinados. Y, muy importante, objetiva la atmósfera climática, de iluminación, en la evolución temporal del desarrollo dramático. Aporta la idea-imagen: el cuadro visual y su evolución dinámica que orienta la puesta en escena en su sentido último y esencial de significados.
El diseño escénico en Latinoamérica se manifiesta en lo precolombino básicamente en vestuarios y complementos utilitarios, tales como máscaras, adornos, armas, y cualquier variedad de objetos que ayuden al espectáculo ceremonial. Es destacable en estas comunidades la decidida participación del color como fundamento de la expresividad. En tales actividades de creación colectiva no existe conciencia —o memoria— del aporte individual, autoral, en el diseño.
En la etapa colonial, con sus manifestaciones de fiestas populares heredadas —vía España— de la tradición medieval europea, se da también lo colorido y vistoso. Sus formas escénicas de representar en teatros cerrados exigen cierto grado de iluminación artificial (por combustión, aceite, gas, electricidad, según su evolución), y también cierto grado de diseño escénico, pero muy elemental, carente de identificación historicista referida a la acción de las obras representadas. No han quedado mayores antecedentes de esta etapa del diseño, salvo algunas referencias literarias.
En los espectáculos aún se suele ver «decorados» que se realizan pictóricamente sobre rompimientos y fondos que definen el ámbito escénico, representando cualquier tipo de lugar (salones, interiores palaciegos, bosques, calles); los cuales son usados indiscriminadamente para variados tipos de obras, sin mayor preocupación por el contenido social e histórico de ellas. Esta manera de hacer escenográfica va a perdurar hasta inicios de la década de los ‘40 del siglo XX, momento en que aparece, por diversas influencias y circunstancias histórico-culturales, el modernismo escénico iniciado a fines del siglo XIX en Europa, y que en el siglo XX va a incorporar el importante elemento de la luminotecnia.
Hay registros fotográficos de los primeros treinta años teatrales del siglo XX, que sirven de rescate del proceso de diseño teatral espontáneo, marcado por el realismo costumbrista, y que no dejó mayor información sobre sus creadores. La forma de representar el espacio sigue siendo «pictórica», lo que se complementa con el mobiliario.
Por su parte, el nuevo arte del cine llega con imágenes visuales diferentes, en estructuras narrativas que compiten con el teatro; y muestra otra forma de ver la realidad. El teatro es en esencia una estructura comunicativa y como tal implica un esquema de respuestas, de reacciones. Existe correspondencia entre la situación dramática y la situación social. El arte se alimenta de toda la civilización de su época. A un país cultural e históricamente circunscrito al mundo occidental le resulta insatisfactorio un teatro que no obedece al ámbito de una civilización y cultura más avanzadas. La necesidad surge como un desajuste entre ser y contexto. La imagen visual que se entregaba en el teatro no correspondía a la necesidad de imágenes verosímiles que el nuevo medio socio-cultural requiere y expone.
Desde el punto de vista escenográfico, se puede constatar que hasta mediados del siglo XIX domina en el teatro occidental la escena formalmente barroca, caracterizada por decorados compuestos de rompimientos y fondos que representan perspectivas, de interiores o exteriores. El romanticismo mantiene tal disposición de diseños pintados, pero la perspectiva arquitectónica del barroco es reemplazada por una visión sentimental de la naturaleza.
La reforma del diseño escénico y de la estética del arte teatral comienza en 1870 con los trabajos del director y diseñador George II, Duque de Saxe-Meiningen, un pequeño principado alemán. Esta reforma consiste en el rechazo a la artificialidad de las puestas en escena, de los diseños pictóricos bidimensionales. El entorno escénico debe responder arquitectónicamente a la presencia y acción tridimensional-dinámica del actor.
En la última década del siglo XIX, el Realismo y el Naturalismo influyen en establecer el concepto de que el marco escénico o embocadura del teatro, que hasta entonces era el marco del cuadro pictórico, representa una imaginaria cuarta pared en la reproducción escénica de ambientes reales. Se pretende presentar una visión fotográfica del hombre y su entorno.
En el siglo XX se reacciona con un esfuerzo de recuperar la poesía de la visión teatral. Así nace el Simbolismo, que desea representar en la escena no una reproducción exacta de la vida sino su esencia. Es el escenógrafo suizo Adolphe Appia quien formula teórica y prácticamente esta nueva forma de ver el teatro. El Simbolismo refleja la interioridad del ser humano además de su relación con el entorno en que se mueve.
El Teatralismo, que rompe las barreras entre actores y público estableciendo una comunicación entre ambos, no solamente rechaza al Realismo selectivo o la simplificación de los simbolistas, sino que busca su inspiración en el espíritu de lo teatral —el teatro es teatro—, haciendo evidentes los recursos escénicos sin llevar a engaño. Edward Gordon Craig en Inglaterra, Robert Edmond Jones en Estados Unidos, Max Reinhardt en Alemania, Jacques Copeau y Louis Jouvet en Francia, y Vsévolod Meyerhold en Rusia, tienen como propósito revelar y proyectar la esencia interior en vez de una realidad externa, trabajando con la imaginación del auditorio sin pretender engañar, pero apelando a su emoción o a su inteligencia. Se habla de un arte teatral puro. Después de la Primera Guerra Mundial, surgen otras variadas formas de ver el mundo: el Expresionismo, el Surrealismo, el Futurismo, el Constructivismo. Se trata de la búsqueda de una libertad creadora.
La escenografía forma parte de la personalidad estructural de la obra. Es en la estructura teatral integral donde cada organismo debe ser percibido por sí mismo, al mismo tiempo que por el conjunto que constituye. La escenografía debe alcanzar esa condición de armonía que la haga inseparable del todo. Diseñar para el teatro, para la escena, es un arte especializado que tiene sus propias leyes. La utilización de la luz eléctrica ha significado un progreso técnico que va a colaborar de manera fundamental en el nuevo sentido plástico que apoya la «modernidad». La escenografía, en el teatro contemporáneo, penetra al núcleo mismo del drama y se convierte en parte orgánica del acontecer dramático.
Las instituciones llamadas a la renovación moderna son las universidades y otros centros culturales. Será un aporte cultural al país, renovador del teatro a partir de su dramaturgia, y siempre dependiente del lugar de la representación. Al sentido del espacio se suma la importancia del vestuario, según la época histórica; la iluminación, que determina las atmósferas, y todo otro «elemento teatral» necesario al espectáculo.
El sentido del espacio realista se desarrolla en escenarios «caja», incluyendo el «teatralismo» que hace presente que el teatro es «teatro», o sea, llama a mostrar la verdad de su artificio. Garantiza lo emblemático o metafórico que posee; selecciona lo expresivo y lo hace significante. El apoyo en el vestuario y maquillaje puede aportar el «enmascaramiento» que exagera rasgos para acentuar lo teatral y los contenidos; es el primer paso a lo que va a ser la característica más propia del posmodernismo de finales del siglo XX, en cuanto al diseño escénico. El «enmascaramiento» grotesco y expresionista de influencia centro europea y oriental, a partir de la intensificación en los maquillajes y revaloración del vestuario como «espectáculo», son elementos vigentes.
Se hace presente también, lo escueto y simplificado que otorga simbolismo y/o metáfora. Es importante recordar que el conjunto creativo de lo escénico-visual, determina la metáfora directriz que crea cada puesta en escena, referida al contenido total significante de la obra, a partir de la historia, su individualidad de acción y personajes. Es el punto de vista direccional de cada puesta en escena que informa, desde la visualidad y la acción, lo que cada época o realidad social-regional capta; y expresa un nuevo y personal punto de vista interpretativo de la obra que se muestra, dependiente también de las capacidades creativas de los diversos intérpretes que intervienen, relacionándolo con la nueva realidad que se vive en cada nuevo tiempo que se vive. De ahí la importancia que la dirección, los actores y equipo de diseño aporta a la originalidad y metáfora interpretativa.
Las obras importantes que permanecen en el tiempo permiten nuevas y variadas interpretaciones, según los cambios histórico-sociales que se viven. Por ejemplo, Hamlet y sus contenidos son vistos de manera diferente en cada nuevo período histórico; y según cada grupo interpretativo diferente, en una misma época; expresándose según las nuevas realidades históricas y técnicas que evolucionan, el espacio escénico de que se dispone, y el cambio de los estilos en permanente evolución; estilos que dependen también de los materiales de que se dispone.
Según mi experiencia, me parecieron innovadoras en el teatro del Perú, las propuestas escénicas de Marat/Sade (expresionismo épico, 1968); El cruce sobre el Niágara, de Alonso Alegría (esencialismo-síntesis, 1969); y La Alondra (realismo épico, 2017).
Remberto Latorre
Chile
Diseñador teatral, dramaturgo, docente e investigador. Ha ejercido como profesor titular de la Universidad de Chile, y como profesor invitado en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático y en el Teatro Universitario de San Marcos (Perú). Ha publicado diversas obras teatrales, algunas de las cuales han sido galardonadas en concursos y estrenadas en Chile, Perú y EE.UU.; el eje temático de la mayoría de su teatro gira en torno a la historia y la geografía de América. Es autor de varias novelas, así como de los libros Historia del Teatro Contemporáneo, de la Ilustración a la Posmodernidad (2014), Historia del Teatro Latinoamericano, desde el período precolombino al siglo XX (2016).
remberto.lat@vtr.net