Intuiciones analógicas entre el teatro-matriz y la tiburona de Groenlandia, una invitación a pensar el teatro desde sus comunidades sensoriales
Por Didanwy Kent Trejo (1)
La fascinante vida de esta criatura marina cuya sorprendente longevidad —mínimo 272 años, máximo 512— le permite sobrevivir a través de los siglos en las aguas casi congeladas de Groenlandia, alimentada por un parásito y padeciendo de una ceguera parcial, sin más depredadores que los pescadores la tiburona de Groenlandia es capaz de nadar a temperaturas incluso por debajo del punto de congelación. Conocer su existencia resultó para mí una semilla reflexiva en un momento de encierro obligado causado por la pandemia del COVID-19; nunca como en esos días me he sentido tan huérfana de palabras para nombrar el mundo. Ante la necesidad de preparar una conferencia a la que había sido invitada y ante la crisis intelectual en la que me hallaba, sintiendo que todos los discursos, los términos, las teorías resultaban huecos, me sumergí metafóricamente en las aguas heladas para buscar ahí algunas potencias de pensamiento.
Acudir a la imagen de la tiburona de Groenlandia para tejer analogías entre esta y el teatro-matriz ha sido una maniobra para especular, una estrategia que se apoya en la intuición para hacer emerger algunas de las reflexiones sobre el paradigma de las comunidades sensoriales (efímeras y estables) del teatro en tiempos de contingencia. Las cinco pulsaciones por minuto del ritmo cardiaco hacen de la tiburona el vertebrado más lento que ha habitado nuestro planeta, es quizá ahí en el tempo dilatado donde hallé como investigadora una oportunidad para ejercitar un hacer como “respectadora”.
Proyectar una distancia en aquel momento imposible por encontrarme dentro del proceso de encierro “lanzándome al mar” fue una táctica para intentar comprender los tránsitos intermediales de la vida de las comunidades teatrales, habituadas al convivio, en su tránsito a la digitalidad, a la presencia virtual y telemática. Imaginé entonces al teatro-matriz como a la tiburona de Groenlandia acostumbrada a la seguridad de no contar con depredadores (más que los humanos) atrapados en una pecera, residiendo temporalmente en un hábitat in vitro. ¿Qué ha pasado ahora en su vuelta al mar? ¿Qué huellas, marcas, memorias ha dejado en las comunidades sensoriales del teatro-matriz esta experiencia? ¿Qué futuros nos permite imaginar esta analogía para nuestras comunidades? ¿Qué ha cambiado y qué permanece? ¿Cuáles son las estrategias políticas y estéticas que necesita el teatro-matriz hoy? ¿Cuáles que mantengan un equilibrio con el ecosistema en el que habita? ¿Cuáles que, en lugar de insistir neciamente en la ceguera, sean capaces de reconocer que esta ceguera es parcial, no total y que entre el rabillo del ojo hay un mundo entero del que no es ajeno? ¿Cuáles que, desde un reconocimiento de que la crisis planetaria es una realidad, sean capaces de crear mundos que aporten a la vida desde una convicción bioética más allá de discursos y temáticas?
Habrá que construirlas, habrá que imaginarlas…
1. El artículo académico de Didanwy que profundiza la relación entre el teatro-matriz y la tiburona de Groenlandia se encuentra en el libro Artistas-investigadoras/es y producción de conocimiento desde la escena. Una filosofía de la praxis teatral. Tomo III, publicado por el Fondo Editorial de la ENSAD y disponible para su lectura en línea en el siguiente enlace: https://www.ensad.edu.pe/wp-content/uploads/2022/12/ArtistasInvestigadoras-es-III.pdf