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“Clandestino: capítulo cero” se estrena en el FAE Lima 2021

Obra escrita y dirigida por Eduardo Ramos y Herbert Corimanya fusiona el teatro y el lenguaje cinematográfico en un acto de denuncia clandestina

Frente a una situación tan arrolladora como la que vivimos actualmente a causa de la pandemia global, luego de asimilar el dolor de las infinitas muertes y del sacrifico diario que realiza el personal de salud combatiendo en primera línea todavía sin vacunas, uno como ciudadano de a pie dirige su mirada y su frustración hacia arriba, hacia quienes mueven los hilos, y la palabra “indignación” queda corta ante la indiferencia y desidia que la mayoría de los gobernantes prodigan a manos llenas sobre el pesar de los menos favorecidos. Las palabras quedan cortas y uno quisiera gritar, romper, quemarlo todo a manera de reclamo. Pero no lo hace. Por razones que muy bien sabemos.

Sin embargo, la magia del arte escénico nos brinda una posibilidad, una salida. Es así que un nuevo clan ha surgido para darle voz a ese espíritu de denuncia que habita en cada uno de nosotros, quizás hoy más encendido que nunca.

“Desde la clandestinidad, tres personajes denuncian la corrupción, el abandono, la crisis política y social de su país. Ellos no mencionarán su identidad, no se mostrarán. Están enmascarados por protección, por seguridad, ya que los quieren silenciar”, nos comenta Herbert Corimanya, uno de los dramaturgos y directores de la obra.

Proyecto seleccionado

Cl4n_D35t1n0: capítulo cero fue una de las tres obras inéditas seleccionas en la convocatoria de Creación Escénica del FAE Lima 2021. El festival premió las propuestas que consideró innovadoras ante el contexto actual, y también participa como coproductor de las mismas. Las otras obras seleccionadas fueron Varado, escrita por el exministro de cultura Salvador del Solar y dirigida por Norma Martínez, y 2021: Violeta y los reptilianos, dirigida por Ernesto Barraza y Diego Otero.

Profesor Nuñez 1

Artes escénicas y lenguaje cinematográfico

Ahora que los hogares se han convertido en salas de teatro y de cine a la medida, Cl4n_D35t1n0 se plantea como un proyecto transmedia que pretende llegar a tener una serie virtual disponible solo por temporadas, conservando la esencia efímera del teatro. Al respecto, Eduardo Ramos, también dramaturgo y director de la obra, nos comenta:

“Lo que hicimos fue mezclar dos formatos: el audiovisual, con una línea de tratamiento bien cinematográfico y con partes de documental y ficción; y lo escénico virtual. Creemos que unir estos dos formatos era importante para poder presentar la historia. Lo que van a ver en el FAE es una parte de la historia Clandestino, por eso lleva el nombre ‘capítulo cero’. El concepto es mucho más grande, tenemos la intención —además que es un proyecto transmedia— de hacer intervenir al público dentro de la historia, presentando un canal de testimonios con las denuncias que el mismo público podría dejar mediante una página web que vamos a empezar a habilitar”.

Por el momento, después de esta primera entrega o “capítulo cero”, se podrá interactuar en las redes de la obra (Instagram, Facebook y Twitter, @soyclandestin0), dejando algún testimonio de denuncia en formato de texto o video, siempre y cuando no se revele la identidad y se use una máscara, como hacen los personajes.

Propuesta escénica

Además de la incorporación del uso de máscaras para mantener el anonimato de sus personajes, Cl4n_D35t1n0: capítulo cero maneja un planteamiento espacial que aprovecha las circunstancias del distanciamiento social para llevar al espectador, a través de la virtualidad, a dar una mirada a la calle y los espacios urbanos que habitan sus personajes. Un peculiar uso del espacio abierto y el espacio cerrado.

Con este marco, serán tres los monólogos de denuncia desde la clandestinidad, que desplegarán una fuerte crítica social al sistema de salud pública, a la depredación medioambiental y la desigualdad de oportunidades. Por otro lado, hay una mujer transgénero que se configura en nada menos que una misteriosa jefa; y por último, el país, tan lleno de carencias y sin voz, tendrá una representación física en El Heraldo, personaje mudo que se comunica a través de lenguaje de señas. Si bien la historia se sitúa en las calles de Lima, las situaciones que retrata tienen validez no solo en el Perú, sino en toda Latinoamérica.

“Clandestino se alimentó de la coyuntura misma que hemos venido observando, y se alimentará de los testimonios y de la misma coyuntura en la que seguiremos estando. Nosotros esperamos, así como en la misma historia lo decimos, que todo esto cambie. Para eso se ha unido este clan”, finaliza Eduardo Ramos.

Fotografía de Oscar Zemarti

Estreno y más funciones

El estreno de Cl4n_D35t1n0: capítulo cero, transmitido en vivo a nivel mundial, será este sábado 06 de marzo a las 7:00pm (Hora Perú, GMT-5). Las entradas pueden comprarse desde la página web del FAE Lima a través de este enlace: https://www.faelima.com/entradas2021/, a solo 15 soles. Para hacer la compra y para ver la obra se debe tener una cuenta en Joinnus (la cual se crea con un correo electrónico). Una segunda y última función en vivo se realizará el día miércoles 10 de marzo a las 05:30pm.

ELENCO: Eduardo Ramos, Herbert Corimanya, Aníbal Lozano, Renato Rueda.

ACTRIZ INVITADA: Marina Kapoor.

Más información: www.faelima.com

Los directores y dramaturgos de Cl4n_D35t1n0: capítulo cero

Eduardo Ramos

Egresado del Taller de Formación Actoral de Roberto Ángeles y bachiller en Actuación por la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático de Perú (ENSAD), donde es docente. Como autor y director ha dirigido Ligia en Ciudad Gris, La cábala, La caja, Paquí pallá, Loco Paradero, Salvador. En audiovisuales ha sido coguionista y codirector del cortometraje Frena; y director, guionista y actor de La secta. Asimismo, es productor ejecutivo en la compañía teatral Cohete Loco.

Fotografía de Oscar Zemarti

Herbert Corimanya

Actor, director y gestor cultural de la agrupación Butaca, Arte & Comunicación. Como actor ha participado en obras como Cachorro está pedido (Premio Nueva Dramaturgia Peruana 2016) y Un misterio, una pasión, con la dirección de Aldo Miyashiro. En cine formó parte de los elencos protagónicos de El soñador, Django, sangre de mi sangre, La hora final, entre otras. Ha escrito y dirigido las obras familiares El rey de las azoteas, Hojaseca y Fabulantes; además, las obras breves El otro cielo, Loco por Sharon y Regular irregular. En la virtualidad ha escrito y dirigido Autopsia y El artefacto.

Fotografía de Oscar Zemarti

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Diálogos 4 Testimonios

“La plástica vino a salvarme”
Entrevista a Juan Sebastián Domínguez

Desde hace algunos años, uno de los diseñadores más queridos y apreciados de la escena local limeña es Juan Sebastián Domínguez. Nacido en Cádiz, España, su quehacer versátil como diseñador de escenografía, luces y vestuario ha traspasado convincentemente las fronteras, revelándonos una plástica particular que sostiene propuestas de diversa índole: desde puestas en escena minimalistas hasta parques temáticos de gran factura. Una desenvoltura que posiblemente se origina en su temprana atracción por todo lo que implica la práctica de hacer teatro. Lo cierto es que haberse inscrito de lleno a ese trabajo constante le hizo encontrar en el diseño y la plástica teatral su lugar ideal como creador. Conversamos por teléfono sobre sus años de formación, sus procesos creativos, sus diseños, la pandemia y mucho más que se puso de manifiesto, como la irrenunciable pasión por el teatro.

¿Tu quehacer teatral es anterior o posterior a la elección de una carrera como Filología Hispánica?

Pues es bastante anterior. De pequeño sí que era espectador, mi padre me llevaba mucho al teatro de títeres y cosas así. Y realmente fue en la época de la secundaria, gracias a un profesor de educación física, uno de estos profesores que te cambia la vida. Su clase no era la típica clase para hacer deporte o hacer ejercicios, sino que nos enseñaba baile, coreografía, acrobacia y una vez pues nos enseñó teatro, dio todo un semestre de teatro y ahí fue cuando me enganchó, directamente, ahí fue cuando vi que me gustaba. Con 15 o 16 años ya estaba en grupos de teatro aficionado y creé mi propio grupo donde escribía, diseñaba, dirigía, actuaba, hacía de todo, y a partir de ahí fui entrando en grupos más profesionales. Cuando terminé de estudiar el bachillerato tenía que ir a la universidad, pero la ciudad de donde soy —yo soy de Cádiz, del sur de Andalucía— pues no tiene ningún estudio escénico, no hay escuelas de arte dramático. Entonces, la única opción para estudiar una carrera universitaria, que me podía permitir económicamente por mis padres, era Filología.

Hice Filología Hispánica, a parte porque me gustaba, porque así podía estudiar todas las asignaturas que hablaban de teatro. Tú podías especializarte más en lingüística o en semántica, entonces lo que yo hice fue especializarme en Teatro del Siglo XX. Fue una forma de tener una carrera universitaria que al mismo tiempo estuviera relacionada con lo que realmente me gustaba, que era el teatro.

Y otra de las cosas que también me influyó mucho fue el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, el FIT, que nos permitía en una ciudad tan pequeña como la mía que una vez al año viniesen compañías de toda Latinoamérica, con esos lenguajes tan diferentes, con esa forma de entender el teatro, con esas propuestas estéticas, escénicas, que claro para mí eso era… ¡de repente te explota el cerebro! El FIT también fue una forma de ver, de conocer, de aprender. Entonces, ya con 17 y 18 años, mientras estaba estudiando Filología, aprovechaba para verlo todo, todo lo que llegaba a Cádiz me lo veía, si podía echaba una mano en utilería, si hacía falta figuración me ofrecía para hacer figuración, trataba de estar lo más conectado posible porque, ya te digo, que no había dónde estudiar nada relacionado con el teatro en mi ciudad a no ser que fuese eso.

¿Y cómo fue que tu vocación se dirigió hacia la plástica hasta estudiar Escenografía en Madrid?

Creo que fue como una especie de selección natural. Al principio lo hacía todo por pura necesidad y por pura ansiedad de querer hacerlo todo, con la irresponsabilidad de cuando eres tan joven. También es cierto que en estos grupos amateur o semiprofesionales tenías que hacer de todo, construías la escenografía, hacías vestuario, llegabas a la ciudad y montabas luces por la mañana, para después actuar por la tarde, o sea hacías un poco de todo. Antes de irme a Madrid estuve en Sevilla y en Málaga trabajando ya como diseñador, y poco a poco me fui dando cuenta que realmente la parte que a mí me gustaba era esa. Cuando di el salto a Madrid fue cuando dije “a ver, o interpretación o dirección o escenografía que es lo que más me gusta”, y dije “escenografía”. Me presenté a las pruebas de la RESAD, entré y hasta hoy.

Coméntanos un poco sobre tu proceso de formación en Madrid, ¿cómo se encontraba el teatro en ese momento a nivel de escuelas?

En ese momento en Madrid, como aparecieron las cadenas privadas de televisión en España y se empezó a hacer mucha ficción juvenil, series que hablaban de institutos y de la vida secundaria, pues hubo un boom sobre todo a nivel de escuelas de interpretación.

En lo que tiene que ver más con la plástica, en cambio, solo estaba la RESAD, que era la escuela oficial del Ministerio de Educación. A parte también estaba el Centro de Tecnología del Espectáculo que realmente forma a técnicos del espectáculo, es decir a sastres, carpinteros escénicos, pintores, electricistas, etc. Entonces, tenías esas dos opciones, la parte más técnica o la parte más teórica y de creación que era la RESAD. Yo venía principalmente de la práctica, de trabajar en todo, o sea desde colgar focos para hacer iluminación a construir escenografía, por eso tuve a la RESAD como primera opción para realmente aprender el oficio, y aprovechaba  mucho los talleres y cursos que ofrecía el Centro de Tecnología para seguir formándome como técnico. Al final, fui como metiendo mucha información en la mochila.

Tuve la suerte que en la escuela había profesores en actividad, que tenían una plástica bastante interesante. Y uno de los maestros más emblemáticos fue sin duda Paco Nieva, escenógrafo, autor de teatro y mucho más, que conocí precisamente en Filología a través de la literatura. Me captó la atención que en todas las ediciones de sus obras de teatro incluía figurines, bocetos de escenografía; revisaba su obra dramática y decía “qué interesante es este señor, lo que hace, encima escribe y diseña sus propios espectáculos, a veces los dirige también”, que era un poco lo que yo tenía en la cabeza en aquel momento de “quiero hacerlo todo”. Entonces, cuando llegué a Madrid, Paco ya no daba clases en la escuela porque ya estaba muy mayor, pero sí que pude conocerlo con el tiempo, siempre fue un referente de creativo de las artes escénicas que cumplía un poco todo: pintaba, dibujaba, diseñaba, dirigía, escribía…

Mesa de trabajo o “cocina creativa” del diseñador de escenografía, luces y vestuario Juan Sebastián Domínguez. Fotografías de su archivo personal.

Dentro de la plástica teatral te desempeñas en varios rubros: diseño de escenografía, diseño de luces y de vestuario, ¿cuál fue el rubro específico en el que se realizaron tus primeros trabajos a nivel profesional?

Pues mi proyecto final de carrera era una ópera barroca donde hacía escenografía y vestuario. Antes de terminar el semestre me puse en contacto con Curro Carreres, un director de escena de ópera. Le presenté el proyecto y le gustó tanto que al año siguiente lo estrenamos en el Teatro Arriaga de Bilbao. Entonces ese fue como mi primer salto al mundo profesional, o sea antes de terminar la carrera, con esa ópera donde hacía las dos cosas. A partir de ahí no tengo una línea clara de solo escenografía o solo vestuario o solo iluminación, me siento cómodo en cualquier disciplina, supongo por todo lo que se lleva en la mochila de conocimiento, de tantos años trabajando y demás. A veces me llaman solo para una cosa, a veces empiezo una y al final termino haciéndolo todo. En ese sentido no tengo una predilección. Hay compañeros, por ejemplo, que odian el vestuario y solo hacen escenografía, o al contrario. En mi caso me gusta todo y lo abarco todo si puedo.

Si bien te gusta todo con respecto a la plástica teatral, de alguna de estas tres disciplinas que bien manejas tú, ¿hay alguna que sea tu preferida?

Es que depende tanto, es una pregunta difícil. Si es para danza, por ejemplo, evidentemente luces y vestuario porque en danza la escenografía casi no existe o es muy anecdótica; si es ópera, escenografía; si es teatro de texto… Depende mucho, la verdad, es complicado decidirse, si puedo no elegir me quedo con todo (risas).

También es cierto que los directores ya te conocen, saben qué línea manejas más, y muchas veces te llaman siempre para vestuario porque les gusta tu estética, tu forma de verlo, la forma que tienes de trabajar o lo que sea, o te llaman directamente solo para escenografía. Muchas veces ya no depende de lo que a ti te gusta, sino de lo que los directores demanden de ti; si bien es cierto que al final es bueno tener distintas cartas en la mano para que el director pueda elegir, mientras menos cartas tengas pues más limitas tu capacidad de trabajo.

En tu trabajo, como precisamente las materialidades de la plástica son diferentes, los procesos de creación también lo son. Pero en tu caso, más allá de estas diferencias, ¿encuentras alguna línea que defina tu forma de trabajar al momento de crear, quizás una metodología?

Pues sí, para mí el texto es fundamental. Leerlo, analizarlo, releerlo cuarenta mil veces si hace falta, porque creo que en el texto es donde está la esencia de prácticamente todo, de lo que la obra quiere contar, de las intenciones. Para mí es fundamental trabajar a partir de la palabra, para cualquier disciplina, vestuario o lo que sea.

Cuando hago vestuario también es fundamental ver a los actores, ver el físico del actor, y escuchar al actor diciendo ese texto, cómo lo dice y demás. Creo que antes de diseñar es imprescindible conocer la fisonomía de quienes van a interpretar a esos personajes, porque muchas veces, mientras estás leyendo el texto o lo estás analizando, te creas una imagen de ese personaje y cuando ves al actor por primera vez a lo mejor físicamente no tiene nada que ver, y te cambia toda la propuesta.

Para mí esos dos puntos de arranque son importantes, la palabra y el actor.

¿Entonces crees que tu formación académica en letras, por tus estudios en Filología, ha sido importante para desarrollar tu lado creativo?

Por la Filología me baso mucho en el texto, esa parte sí que me ha venido muy bien, para hacer análisis de texto y también porque te da cierto bagaje cultural de quiénes son los autores y las épocas en las que han vivido.

Entonces, yo creo que sí, que ha aportado, que ha sido una herramienta más que me ayuda a completar todo este proceso, pero igual que la pintura, igual que el dibujo o aplicar nuevas tecnologías, creo que al final todo suma. Un escenógrafo o alguien que se quiera dedicar a la plástica escénica, o a interpretación, tiene que ser alguien que esté constantemente aprendiendo, investigando y no quedándose en lo puramente académico de la escuela.

Es decir, haces tus cuatro o cinco años de carrera, tienes tu titulación y ya has terminado, eso es mentira. Nunca terminas de aprender, jamás. Y cuanto más curiosidad tengas, cuanto más cosas quieras conocer, y cuanto más tengas ese espíritu inquieto de saber, mejor va a ser para ti, más herramientas vas a tener para trabajar, para diseñar, para defenderte en nuestra profesión y más. Creo que es fundamental eso, el no perder el espíritu de aprender y conocer.

A mí me tocó, por ejemplo, aprender sobre la videoescena y el mundo digital por otro lado, fuera de la escuela, pues en mi época no lo tocabas tanto porque no estaba tan presente en los escenarios. Ahora es muy necesario digitalizar los trabajos, diseñar en tres dimensiones, poder hacer un render rápido y enviárselo a una persona que está al otro lado del mundo porque lo necesita para esa misma tarde. Es así, cuantas más herramientas conozcas mejor va a ser tu oficio.

Planos y escenografía de Billy Elliot El musical, montaje de Los Productores, 2018. Fotografías de archivo personal.

Y después de tantos años de carrera, ¿consideras que tu plástica ya ha adquirido un estilo, entendiendo el estilo como esa huella que hace identificable la obra de un artista?

Pues no lo sé… no sé si todavía lo he conseguido. De hecho, creo que el estilo de cada uno evoluciona con el tiempo y con la edad, no es lo mismo ahora que ya cumplí 46 que cuando tenía 26. Sí que es verdad que un día hablando con unos compañeros precisamente allá en Lima, me dijeron “es que esto es muy tú”, “Cristian, pero cómo, ¿cómo que es muy yo?”, “sí, sí, sí, este diseño, es que es tú”. Me sorprendió mucho. Y me pasó también justo lo contrario, en un proyecto para el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico que no se llegó a realizar. Me habían pedido una cosa, mandé el boceto y me dijeron “es que no se parece nada a ti”, y yo dije “¿cómo?”.

Ahí empecé a darme cuenta de que hay una serie de cosas que repito mucho, el uso de la línea recta, el cuadrado, como formas geométricas básicas, una serie de elementos que están muy presentes en los diseños y no sé si podríamos llamarlo como estilo, porque creo que todavía me queda mucho para tener una marca propia, pero sí es verdad que haciendo una vista general, panorámica, de todo mi trabajo, sí que se ven algunos elementos que coinciden o composiciones escénicas que son muy parecidas. A ver, no voy a decir que soy minimalista pero sí me gustan mucho los espacios vacíos, o los espacios donde los elementos están ahí porque tienen que estar ahí sí o sí, no me gusta lo decorativo, no me gusta el hiperrealismo que intenta imitar al cine, porque para eso está el cine, el teatro es otra cosa.

Entonces, sí, hay una serie de códigos que se repiten bastante en mi obra, y que bueno, que podríamos llamarlo estilo, yo encantado de la vida (risas). Pero bueno, supongo que son estilos de ahora, dentro de diez años pues habrá cambiado.

Puesta en escena de Karamazov, escrita y dirigida por Mariana de Althaus. Producción del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, 2014. Fotografías de Paola Vera.

Dentro de lo realizado hasta ahora, ¿qué obras han marcado tu carrera?

Hay varia piezas que son como mis hijos favoritos. De Lima, por ejemplo, Los hermanos Karamazov, una obra que dirigió Mariana de Althaus y la primera obra que hice en Lima.  Aquello era una estructura enorme hecha con maderas recicladas. Para mí ese montaje fue importante porque fue como mi carta de presentación en Perú. Después, Billy Eliot, que tenía un diseño de escenografía bastante complejo, y por cuya realización me siento muy orgulloso. El padre también es otra de las piezas que me gusta mucho. Esa estética que es la que me gusta trabajar, en el caso de El padre estaba muy presente: un espacio despejado, limpio, lo decorativo reducido a la mínima expresión; allí también diseñé todo el mobiliario de la casa, las sillas eran líneas rectas, ángulos perfectos, todo negro o blanco; en ese sentido, la obra me representa mucho.

Y aquí en España, por ejemplo, hay una obra llamada Jardiel, un escritor de ida y vuelta, donde hice el vestuario, que para mí es el top, o uno de los top, digamos, de mi creación aquí. Era una obra muy difícil, con muchísimos personajes y cambios de vestuario. Entonces, el director Ernesto Caballero me dio carta blanca absoluta, me dijo “eres libre de hacer el diseño que quieras, como lo quieras, con el presupuesto que quieras. Me despido de ti, confío en tu criterio”. Fue una oportunidad de jugar a nivel de creatividad, sobre todo porque últimamente se están haciendo obras de pocos personajes, con un cambio o dos; no hay esa posibilidad que tenía el teatro antiguo o de otras épocas, donde veías veinte actores en escena que se cambian siete veces de vestuario. Con este texto surgió esa posibilidad y de hecho se hizo mucho énfasis en el vestuario, precisamente porque la obra así lo exigía.

Y después también hay piezas de pequeño formato de las que yo me siento muy orgulloso. Con Alberto Ísola hicimos en El Olivar la obra Este hijo, que también me representa mucho en cuanto a lo que hablábamos de mi estética o mi sello, porque tiene esa cosa minimalista, líneas rectas, y el hecho de jugar con las luces. A mí me gusta mucho introducir luces en la propia escenografía y sobre todo, más que los espacios que ilustran, me gustan mucho los espacios que sugieren, donde el espectador termina de completar la imagen, yo solo doy herramientas, doy elementos, y después cada espectador en su butaca, en su cabeza, termina de completar esa imagen. Este hijo tenía un poco ese componente, o incluso PulmonesPulmones era una pieza donde prácticamente no hay nada de escenografía, el vestuario parece que no es nada, que los actores vienen de la calle vestidos así, y fue todo lo contrario, fue todo un proceso, con Norma Martínez, Fiorella Pennano y Renato Rueda, para buscar esa “estética de la nada”. Parece que es una pieza donde estoy en contra de mi propio trabajo, porque no hay nada, solo hay un masking tape que marca el suelo y ya está, pero…

Pero es muy difícil ser simple ¿no?

Claro, ser simple y aparte estar intencionado. Hasta llegar a esa simplicidad para el montaje, hubo mucho trabajo detrás, mucha conversación y mucho diálogo. Mucha discusión también porque,  por lo general, el texto siempre te pide meter algo más, y era justo lo contrario: no vamos a añadir, vamos a ir a lo mínimo, a solo dos actores en el espacio contando una historia. Entonces, ese trabajo también es interesante, no es el más espectacular, como puede ser Pantaleón o Billy Eliot, pero sí que es especial precisamente por lo contrario, por cómo llegar con tan poquita cosa a contar tanto.

Pulmones, del autor británico Duncan Macmillan, con la dirección de Norma Martínez. Estreno: Teatro de la Alianza Francesa, 2018. Fotografías de Alexander Pérez Flores.

En la obra El padre, esto de hacer móviles los escenarios ¿estaba en el libreto, se llegó a esa conclusión con el director?, ¿cómo fue el proceso?

En el texto no viene como tal la indicación de que la escenografía tiene que desaparecer. Se cuenta el problema del Alzheimer que tiene el protagonista, que va perdiendo la memoria. La obra termina en la habitación del hospital donde solo está la cama, y él está solo y descalzo. Me impactó muchísimo esa imagen, que fue la que empecé a trabajar para explicarle al director Juan Carlos Fisher la propuesta: por qué no presentamos la casa, que es lo que se espera todo el mundo, la casa donde él vive, con las habitaciones, los muebles y todo, y a medida que pasa el tiempo, esa casa va desapareciendo igual que desaparecen sus recuerdos. Me parecía una forma poética de reflejar esa pérdida de la memoria, de reflejar qué estaba pasando en la cabeza de este señor. Entonces, ese fue un poco el argumento que estuvimos trabajando.

Y sobre todo se generó a partir de algo que yo hablaba con Fisher, ¿el olvido de qué color es? Es algo que me gusta mucho hacer en los talleres que doy, jugar a asociar colores con cosas que en sí no tienen colores. Al principio tú dirás que el olvido va a ser negro, por la oscuridad quizás. ¿Y por qué no es blanco? ¿Por qué el olvido no es blanco? Porque cuando estás en un infinito blanco no ves dónde termina el borde, no hay un borde, no hay un límite, no diferencias lo que es suelo de techo. Entonces, para mí el olvido, el Alzheimer, lo que tiene este señor, es una superficie blanca donde se van difuminando todos los límites y todas las aristas.

A partir de ahí fuimos generando este universo, haciendo desaparecer elementos de la propia escenografía. Trucamos las cosas para que puedan desaparecer, qué puerta se abre, qué puerta ya no va a estar; creamos una coreografía de movimientos con todos los asistentes de escena para que en tres segundos puedan entrar y sacar una silla, o quitar los cuadros o hacer que desaparezca el sofá. Fue muy bonito porque tenía que estar coordinado como una coreografía de danza para que todo encajase y funcionase, de forma que al final la imagen que tenemos de este señor enfermo de Alzheimer, solo en la habitación del hospital, es tremenda. Pero claro, creo que era lo que teníamos que conseguir, que el espacio se quedase vacío al igual que estaba su cabeza, que lo había perdido todo.

¿Trabajas frecuentemente a partir de darle una carga sicológica a los colores?

Sí, eso siempre está, a veces para aprovecharlo con el contenido que todos conocemos, y a veces para darle la vuelta y desmontar. Hay cosas muy reconocibles como “la pasión es rojo”, pero qué pasa si en lugar de rojo es verde porque es una pasión que tiene que ver más con la lujuria, quizás. A mí me gusta mucho jugar con los códigos. Hay códigos que están preestablecidos y que el público conoce de primera mano, pero qué pasa si le das la vuelta a ese código, a lo mejor te cuenta otra cosa completamente diferente y te enriquece la propuesta. Entonces, creo que es importante también jugar a eso, conocerlo para después desmontarlo y hacerlo tuyo.

El padre, obra del autor francés Florian Zeller, traducida y adaptada al español por Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Dirección de Juan Carlos Fisher. Teatro La Plaza, 2017. Fotos: cortesía de Teatro La Plaza.

¿Y en algún momento de tu carrera has llegado a sentirte un poco abrumado por algún proyecto que era bastante ambicioso?

Todos los proyectos tienen una fase de pánico, hasta el más sencillo. Aunque tú te creas que ya llevas mucho tiempo haciendo cosas, eso es mentira, en cada proyecto vuelves a empezar de cero, la única diferencia es que ya viene detrás una mochila con mucha información. No hay fórmulas ni plantillas, entonces, esa parte de pánico a la hoja en blanco existe. Pero es verdad que una vez que arrancas ya la propia inercia del trabajo te va llevando, y vas creando y vas en más.

He trabajado en proyectos grandes como 33 El Musical, donde hice el vestuario, un musical de gran formato con muchísimos cantantes, bailarines y actores en escena, y con muchos cambios de vestuario; lo que implicó casi ocho meses de trabajo para construir toda esa cantidad de burras llenas de ropa para la figuración, para los soldados, para todo. Entonces, no es tanto que te abrume porque te de miedo sino porque al final estás dedicándole mucho tiempo a una producción que es gigantesca, por el volumen de trabajo, y que te exige tener un máximo control de todo y también organización, que es fundamental.

Otro proyecto que tomó un año de dedicación fue el diseño del parque temático para el espectáculo El sueño de Toledo. Allí todo está construido desde cero, no había nada, era un terreno, un trozo de campo en mitad de La Mancha, nada más. Nos pasaron el libreto de lo que querían contar y cómo lo querían contar, y a partir de ahí se creó un inmenso decorado hecho con materiales resistentes, con ladrillos y con piedras a tamaño real, con un lago artificial porque parte de la escenografía surge de debajo del agua, o sea es una barbaridad.

Lo que hicimos fue hacer una investigación sobre la arquitectura de la ciudad de Toledo, con miles de fotografías a edificios, a piedras, para ver la forma, el color, la textura que tenían, y a partir de ahí hicimos una especie de style line de la ciudad para recrearla ficcionalmente en el parque, con la muralla a tamaño real, el puente, los castillos que se ven al fondo; hay un armazón de metal debajo, pero delante hay un mortero tallado a mano y después pintado, para recrear las piedras y todo. Es decir, no deja de ser un decorado pero es un decorado que está pensado para el aire libre, para que dure 20 o 30 años, y para el show en sí, que es un show de 70 minutos de duración, 200 actores en escena, con una escenografía enorme que tiene casi 200 metros de largo por 40 de alto, fue una locura…

¿Y cuál es tu opinión con respecto a la pandemia? El escritor francés Michel Houellebecq, por ejemplo, siguiendo su tendencia de pesimismo, publicó una carta donde opinaba que después de la cuarentena todo iba a ser igual, e incluso peor. ¿Tú qué crees?

Yo soy bastante positivo en ese sentido, no creo que vayamos a peor. Es verdad que la tendencia de la humanidad es ir cada vez peor pero yo creo que esto que ha pasado ha sido una llamada de atención bastante potente, tanto que es a nivel mundial. El ser humano se creía invencible y al final el bichito más pequeño y más insignificante del mundo nos ha hecho tambalear todos los cimientos de la sociedad contemporánea. Creo que deberíamos aprender un poco de eso.

Una de las cosas positivas que ha traído la pandemia es que se ha creado un movimiento colectivo de vecinos, de gente que se ayuda, gente que sabe que en el bloque donde vive hay personas mayores que no pueden salir a la calle y se ofrecen para ir a hacerles la compra, a bajarles la basura, entonces hay pequeños gestos, en ese sentido, que a mí me llevan a pensar que algo está cambiando. El problema es que después las instituciones, los políticos, son los que tienen que recoger estos gestos y tomar cartas en el asunto para crear una sociedad mejor.

Y el mundo entero darse cuenta de que no puede vivir aislado. Tenemos que aprovechar de esta globalidad no solo lo malo sino también lo bueno. Lo que pasó en China en pocos meses se ha extendido por el mundo; pero si aquí en España hay una escasez de material sanitario, también debería suceder que otro país con algún excedente se lo envíe. O sea, apoyarse, lo mismo que se está haciendo entre vecinos de casa, que los países puedan también apoyarse entre unos y otros. Entonces, yo quiero ser optimista y quiero pensar que lo que está pasando va a servir para que reflexionemos un poco.

Y a nivel de las artes escénicas, pues evidentemente esto va a cambiar. Es una situación complicada que va a costar mucho salir de ella, sobre todo volver a esa normalidad de poder ir a un teatro, juntarse con 100, 200 personas, o 3 mil en un estadio, eso va a costar trabajo, pero yo creo que lo conseguiremos. Tarde o temprano volveremos a esa normalidad que teníamos antes y espero que sepamos apreciarla, igual que ahora apreciamos los abrazos que no podemos dar. También espero que la sociedad aprecie toda esa cultura que ahora mismo se está distribuyendo tanto por redes. Creo que es importante que se le dé el valor que tiene. Gracias a que existe esa cultura y que se está distribuyendo en tiempos difíciles como este, toda esta situación se lleva un poquito mejor. Espero que cuando todo esto pase, la sociedad sepa apreciar el valor de la cultura.

Además de tu carrera creativa, también te has desempeñado en la docencia, ¿qué le dirías a tus alumnos en un momento tan complicado para las artes escénicas?

Pues que sencillamente son tiempos complicados, son tiempos difíciles, pero que la cultura y el teatro han vivido en una crisis constante, siempre. El teatro ha sido siempre un “enfermo imaginario” como dice Moliere, pero siempre ha salido adelante. Estos son tiempos donde la formación es el mejor aliado. Si vamos a pasar mucho tiempo en casa porque no podemos salir, pues hay que aprovecharlo para aprender, para leer, para conocer, ahora que se nos presenta esta oportunidad de ver tanto teatro nacional e internacional por las redes, pues es el mejor momento para aprovecharlo y sentarte dos hora a ver una obra de Ostermeyer, por ejemplo.  Entonces, yo creo que el consejo que les daría es ese, aprovecha el tiempo, porque cuando todo esto pase, que pasará, evidentemente, tenemos que estar preparados para todo y el que esté preparado es el que se va a quedar.

Eso me recuerda algo que comentó un maestro hace muchos años: tú no escoges al teatro, es el teatro el que te escoge a ti.

Sí, totalmente de acuerdo. De hecho a mí el teatro me escogió y nunca me dejó salir (risas). Y ni quiero que me deje salir. Fíjate, tuve una época de duda cuando hacía interpretación porque no me gustaba la interpretación entendida desde el sufrimiento. En las primeras compañías donde empecé a participar como actor en los montajes, trabajábamos mucho desde la introspección, desde esta cosa de Stanislavski, de búsqueda personal, desde la búsqueda del dolor. Entonces, a mí como ser humano me provocaba muchos conflictos, porque no me gustaba trabajar desde ahí, necesitaba encontrar otro sistema de interpretación que no sea desde ahí. Por eso tuve un momento de flaqueza, de decir “lo voy a dejar, creo que esto no es lo mío”.  Pero yo creo que ahí es donde vino la plástica a salvarme, a decirme “no, no, lo tuyo es el teatro, lo que pasa es que ahora mismo estás poniendo los ojos donde no es, más bien tienes que girar el aparato para darte cuenta de que tu foco realmente donde está es en la plástica”.

La plástica vendría a ser un espacio donde no hay dolor, digamos…

Podríamos decir que sí, porque lo que hay es juego. Y en interpretación también, con el tiempo empecé a conocer el claun, la máscara contemporánea, el teatro más gestual, y me di cuenta de que no todo era Stanislavski, dolor, sino que hay otras formas de enfrentarte a los personajes que tienen que ver mucho más con el juego, que es algo que me persigue mucho en la carrera. Es decir, yo trabajo lo que es jugar, para mí tiene que ser una redención, me tengo que divertir haciendo mis trabajos, aunque sea un drama y aunque sea la tragedia más grande del mundo, yo tengo que disfrutar y tengo que jugar, con mi maqueta, con mis telas cuando estoy haciendo vestuario, cuando hago luces con mis filtros, gelatinas, cambiando colores… Necesito jugar, para mí la base del juego es importantísima.

¿Y qué le dirías a ese chico de Cádiz que empezó a jugar al teatro sin saber hasta dónde iba a llegar?

¡Qué tal pregunta! (risas). No pierdas el tiempo con tonterías, date prisa que el tiempo se te agota y hay que hacer muchas cosas. Y juega, siempre juega, tómatelo todo como un juego, con la seriedad que tiene un juego, desde la seriedad que tiene el propio juego, eso sí.

Juan Sebastián Domínguez

España

Máster en Estudios Avanzados de Teatro por la Universidad de la Rioja, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz y de Escenografía por la Real Escuela Superior de Arte Dramático, de Madrid. Ha realizado diseños en escenografía, vestuario e iluminación, tanto en España como en América Latina, abarcando teatro, ópera, danza y zarzuela. Su vestuario de Jardiel, un escritor de ida y vuelta, dirigida por Ernesto Caballero, fue finalista al Premio «Adrià Gual» de Figurinismo 2017 de la ADE. Ha sido Gerente de Escenografía, Decorados y Accesorios para Puy du Fou – España, siendo responsable del departamento artístico del parque temático, que se inauguró con el espectáculo El sueño de Toledo (2019). En Perú ha diseñado las escenografías de El padrePantaleón y las visitadorasEste hijo, etc.

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Cortitas Diálogos 4

Recordando al profesor Núñez

 

A lo largo de 40 años de actividad pedagógica, el escenógrafo y profesor Eduardo Núñez Meza ha educado a muchísimos artistas escénicos de la Ensad. Con el tiempo, varios de ellos, a su vez, se han convertido en los maestros y las maestras que actualmente también laboran formando alumnos en la especialidad de escenografía. En este artículo, gracias a la gestión de Estefany Farías, jefa de la carrera de Diseño Escenográfico, recorremos —en las propias palabras del profesor Núñez— su experiencia de vida, un breve repaso histórico de la escuela, y su arriesgada apuesta por el teatro. Acompañan esta nota, tres audios que reflejan el cariño y la huella que dejó el maestro Núñez en sus alumnos y compañeros de camino, durante su paso por la enseñanza teatral.

Entrevista a Eduardo Núñez, realizada por Estefany Farías, Thäís Flores y el apoyo para la grabación de Orlando Remuzgo.

Cómo llegué a la ENSAD

Llegué a la escuela por causalidad, se podría decir. Pasaba por ahí y vi un letrero que decía «último día de inscripción para la escuela». Entré, averigüé de qué se trataba; me dijeron que era teatro, tres especialidades: Actuación, Pedagogía y Escenografía. Como sabía algo de escenografía por haber tenido experiencias en el colegio, me inscribí en Escenografía. Al día siguiente fueron los exámenes. Afortunadamente, logré nota aprobatoria e ingresé. Estamos hablando del año 1966.

Ingresé en 1966 y egresé en 1968. En ese entonces, la escuela se llamaba Instituto Nacional Superior de Arte Dramático, INSAD, y solamente estudiábamos dos años. Para egresar, los alumnos de mi carrera diseñábamos y realizábamos la escenografía de una obra donde actuaban los alumnos de Actuación y Pedagogía. Después de la ceremonia de graduación se nos entregaba el título con las firmas correspondientes. Eso era todo, no teníamos que hacer ningún otro trámite para obtener el título.

Mi decisión de trabajar enseñando

Después de egresar como escenógrafo, yo seguía trabajando como agente vendedor. Un día, al frente de la escuela, me encuentro con mi ex compañero de estudios Paulo Lachira, quien me comunica que el director de la escuela, don Mario Rivera, me estaba buscando y quería hablar conmigo. Paulo me acompaña hasta el ingreso de la escuela, luego me hacen pasar a la dirección. El director entonces me comenta que Remberto Latorre, mi profesor de diseño, se había retirado del curso porque viajaba a Chile; y debido a que estaba dejando el puesto libre, me había recomendado para poderlo suplantar el tiempo que él estuviese por allá.

Me pareció algo un poco extraño. En realidad, yo no pensaba seguir trabajando en teatro o empezar a trabajar enseñando. Le dije al director la cantidad que yo ganaba, y él me dijo la cantidad que me ofrecía la escuela. No me pareció adecuado, por eso le mencioné que no estaba interesado, pero comenzamos a conversar. Al cabo de dos horas, recuerdo haber salido de esa reunión sosteniendo entre las manos mi carta de renuncia al otro trabajo. No estaba muy seguro todavía de entregarla, pero al día siguiente voy y entrego la carta de renuncia, vuelvo a la escuela y me pongo a órdenes de don Mario Rivera. Me dieron la jefatura del curso de escenografía, iluminación, y bueno, empecé, con mucho temor todavía porque a quienes llamaba «mis alumnos» eran casi de mi edad, entonces fue un poco difícil empezar.

De aquellos primeros años de experiencia pedagógica rescato muchísimo, en primer lugar, el afecto que encuentro yo en los alumnos; a pesar de mi edad, como mencioné, el respeto y sus miradas de atención me hicieron sentir muy bien. Tuve alumnos excelentes, fue una promoción bastante capacitada también, aparte de la mía. Con el pasar del tiempo, algunos fueron retirándose, disminuyendo la cantidad de alumnos, y aproximadamente unos diez terminaron la carrera. Recuerdo haber pasado momentos muy agradables con ellos, me hicieron sentir muy bien y por eso es que me animé a firmar para el siguiente año.

Mi desempeño en el medio laboral

Como egresado de la escuela, trabajé con Ernesto Ráez, él fue uno de mis primeros directores y además compañero de trabajo; entre algunos artistas reconocidos con los que trabajé también están Edgar Guillén, Luis La Roca, y muchos otros. Entre mis compañeros de estudios —ellos en Actuación, yo en Escenografía—, recuerdo a Haydee Cáceres, Reynaldo Arenas y Humberto Cavero.

Una de las primeras obras en las que empecé a trabajar se realizó en el Teatro Municipal del Callao; posteriormente, continué en el Teatro Municipal, en el Teatro Segura, en la Asociación de Artistas Aficionados, más conocida como la Triple A. También trabajé en los café-teatro de Miraflores, como La Gata Caliente de Jonel Heredia, o Barrabás… En casi todos los café-teatro de Miraflores llegué a trabajar, con diversos directores también, obras variadas de autores tanto nacionales como extranjeros. Ahora, es bien difícil recordar nombres específicos, han pasado alrededor de 50 años…

Lo que ha sido la escenografía para mí

La escenografía es una de las actividades teatrales más interesantes, se puede decir que allí es donde confluyen diversas artes, como el dibujo, la pintura, las artes plásticas en general. Dentro de la realización escenográfica en sí, primero empezamos pintando telones. En ese entonces no se armaban bastidores de triplay, se armaban bastidores con telas y se pintaban telas, ahora ha cambiado, se hacen bastidores con triplay, incluso ya se emplean tornillos en vez de clavos, pero se use el material que se use lo importante es que uno va creando, y disfrutando.

En la escenografía se va trabajando de acuerdo a los espectadores, al ambiente que va a rodear a los actores, poniéndolos dentro de la situación social en que viven; si la obra es de época, la escenografía ubica a los actores dentro de la época. También se aprende bastante de sicología del color. Y gracias a la escenografía también se conocen otros lugares; con varias compañías he tenido la oportunidad de hacer viajes de gira, con los cuales comencé a conocer un poco más del Perú.

El profesor Núñez en palabras de Reynaldo Arenas
El profesor Núñez en palabras de Carla Roshental
El profesor Núñez en palabras de Estefany Farías

 

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Diálogos 4 Reflexiones

Entrenamiento del cuerpo para las artes: una mirada y algunos postulados

Cristhian Pastrana

«Un cuerpo no está vacío. Está lleno de otros cuerpos, pedazos, órganos, piezas, tejidos, rótulas, anillos, tubos, palancas y fuelles. También está lleno de sí mismo: es todo lo que es».

Jean Luc, Nancy. 58 indicios sobre el cuerpo, 2007.

Cuerpo

El cuerpo. La unidad física que poseemos para movilizarnos por el mundo y percibirlo. Un grupo de células forman un tejido; un grupo de tejidos forman un órgano; un grupo de órganos forman un sistema y varios sistemas se juntan para finalmente constituir lo que denominamos el —nuestro— cuerpo. Vale aclarar, sin embargo, que se trata de un todo que va mucho más allá de solo señalar que es el resultado de la suma de cuantiosas partes.Si nos quedáramos con esta breve descripción, seríamos muy mezquinos.

Lo que corresponde es mantener una consciencia clara de la complejidad del cuerpo y, por lo tanto, sostener la atención y cuidados que merece, pues se trata de nuestra propia existencia física, con la cual podemos generar diversas maneras de movernos por el mundo que nos rodea. Arrastrarse, balancearse, rodar, gatear, caminar, correr, saltar, coger cosas, lanzar otras, y más acciones que iremos descubriendo y aprendiendo a lo largo de nuestras vidas mientras vamos avanzando en edad y experiencias. El cuerpo es receptor, a través de los sentidos, de absolutamente toda la información con la cual viabilizamos una interpretación de nuestro entorno, de nuestra realidad: sentir, mirar, oler, degustar, oír. Por otro lado, no solo cumple funciones fisiológicas, perceptivas o de desplazamiento, sino también comunicativas. Una mirada, un gesto, una postura, un desplazamiento con una determinada velocidad, una acción específica, la voz, por manifestaciones mínimas que sean, pueden expresar muchísimo y en eso radica su gran poder.

Una de las capacidades inherentes del cuerpo, mediante la cual consigue hacer tanto, es el movimiento. Dado que se manifiesta de manera espontánea, intuitiva, posiblemente muchas veces olvidamos que el movimiento es también una necesidad que se debe atender, tanto como alimentarnos o descansar, para promover nuestra salud física, emocional y mental. Si cada elemento existente dentro del universo posee y se encuentra en constante movimiento, nuestro cuerpo no podría ser la excepción. Entonces, si nuestro cuerpo es una entidad que así como las estrellas está en constante movimiento, consciente o inconscientemente, de forma voluntaria o involuntaria, no hay nada más pertinente que brindarle la oportunidad de moverse para su bienestar.

Entrenamiento Grotowski. Actores Antoni Jahołkowski y Ryszard Cieślak en el Teatro Laboratorio de 13 Filas, ciudad polaca de Opole, 1964. El nombre ’13 filas’ se refiere a la cantidad de filas de sillas que podrían caber en el espacio que obtuvieron, que medía 72m². Fuente: https://grotowski.net/en/media/galleries/training-laboratory-theatre-opole-1964-15

Manifestación inminente

Mover el cuerpo y comunicar a partir del cuerpo, así como las innumerables variables que pueden surgir de la interacción de ambas manifestaciones, ha sido aprovechado por los seres humanos desde tiempos inmemoriales; nos ha permitido no solo expresarnos sino también sobrevivir. Con un solo gesto le puedo indicar a mi tribu que se detenga y, a la vez, con un solo gesto puedo compartir mi alegría. Con el transcurso del tiempo, explorando, aprendiendo y profundizando en el empleo del cuerpo, fueron surgiendo las primeras materializaciones de lo que hoy conocemos como teatro, danza, circo o performance.

Si nos referimos a las artes escénicas, evidentemente, el cuerpo se convierte en nuestra principal materia prima, nuestra herramienta e instrumento; literalmente, nuestra existencia en el escenario. Ya sea que lo expongamos directamente o mediante sombras, que manipulemos títeres o marionetas, que solo utilicemos la voz para ser oída, o la imagen de una proyección o video, necesitamos y hacemos uso de nuestro cuerpo. Este cuerpo, entonces, requerirá preparación y cuidado dependiendo de lo que se quiera hacer o comunicar como intérprete: desde realizar dos saltos mortales en la báscula a estar sentado durante toda una función, siempre tendremos que preparar nuestro instrumento interpretativo, ya que estamos en el escenario viviendo una experiencia extracotidiana.

Entrenamiento Meyerhold. Ejercicios de Biomecánica. Fuente: http://www.hunter.cuny.edu/classics/russian/courses-1/drama

El cuerpo y su movimiento en el teatro

 En atención a este propósito de acondicionar nuestro cuerpo para el escenario, en el arte teatral encontramos diversas propuestas de varios maestros cuyo legado es importantísimo para la formación de artistas escénicos en el mundo. Grotowski y su Teatro Pobre, Lecoq y su Teatro Físico, Meyerhold y su Biomecánica, Laban y sus Esfuerzos, por citar algunos, han planteado sistemas de trabajo significativos.

Podríamos explayarnos mencionando algunos detalles de la pedagogía y didáctica de cada una de estas prácticas, pero esto no forma parte de los objetivos del presente ensayo; resulta pertinente, más bien, mencionar otro aspecto que también considero importante: el acceso a este conocimiento. Lamentablemente, en el Perú vivimos en un contexto donde todavía es complicado acceder a una formación enmarcada dentro de los sistemas de los grandes maestros. Sin desmerecer el trabajo de muchos artistas colegas que hacen denodados esfuerzos por la difusión y transmisión de estos saberes, lo cierto es que aún queda mucho tramo por recorrer.

Hay múltiples factores que entran en juego cuando una persona decide dedicarse al teatro y empieza a buscar donde formarse: el aspecto económico, el acceso a la información —con la que muchas veces no se cuenta, lo que deriva en desconocimiento—, o la ubicación geográfica, entre otros. En cuantiosas ocasiones, si se quiere aprender alguna técnica artística eficientemente, de alguna manera solo queda “tener suerte”. Por ejemplo, quienes vivan en algún distrito de la periferia de Lima podrían considerarse afortunados si se establece una asociación cultural en la zona, o si por lo menos llega al colegio un profesor capacitado. Debemos considerar también lo que sucede en el interior del país, ¿qué pasa en las provincias más distantes con todos los jóvenes que desean ser actores o actrices?

Por otro lado, si tenemos el privilegio de poder acceder a una formación profesional en alguna escuela, asociación cultural, compañía o agrupación, probablemente esto no nos garantice que en efecto tengamos una formación corporal consistente y acorde a nuestras necesidades físicas. Los maestros de estas instituciones deben tener en cuenta que no basta con las ganas o la buena voluntad de “enseñar” por “repetición” lo que se aprendió. Para poder transmitir un conocimiento hace falta estudio, formación y experiencia; aprender, pero también aprender a enseñar. Claro que existe una urgencia, una necesidad de multiplicar el conocimiento, pero quienes educamos los cuerpos debemos hacerlo con mucho cuidado ya que se trata de nuestra principal herramienta de trabajo como artistas escénicos; y sobre todo, hay que ser conscientes de qué tan preparados estamos para enseñar antes de asumir dicha responsabilidad.

No basta con indicarle al estudiante “ya lo viste, ahora repítelo”, o solo darle una determinada premisa “para que se mueva”, también habrá que brindarle acotaciones técnicas básicas y necesarias para un buen desempeño, guiarlo o guiarla para que tenga claro dónde debe apoyar las manos, dónde ubicar y trasladar el centro del cuerpo, hasta dónde desplazar su peso, etc. Así evitaremos frustraciones, lesiones e incluso pérdida de tiempo; esto último porque si bien es cierto que la repetición es una herramienta útil e ineludible, su uso excesivo, que además suele no comprometer el análisis de una determinada acción o movimiento, finalmente puede generar retraso en un proceso. Esto sucede cuando el encargado de la materia no tiene un conocimiento profundo que ofrecerle al ejecutante; entonces, no le quedará otra opción más que indicarle que repita el mismo ejercicio todas las veces posibles, una y otra vez. Hacer que un joven artista aprenda a realizar un rodamiento hacia adelante, el famoso “volatín” o “volantín”, es un ejemplo claro y común de esto que estamos señalando. Existe una técnica y un proceso acordes a las necesidades corporales de cada persona, pero si al estudiante solo le muestro “cómo moverse” y le digo que lo repita las veces que sea necesario “hasta que le salga”, nada garantiza que realmente lo pueda conseguir, y esta deficiencia, finalmente, no será responsabilidad de quien pretende aprender, sino de quien pretende “enseñar”.

Como artistas escénicos es muy importante tener en cuenta que resulta imprescindible la preparación de nuestro cuerpo como instrumento interpretativo; así mismo, considerar que este proceso se realice en concordancia con nuestras necesidades físicas. La responsabilidad de velar por dicha formación nos pertenece. Por este motivo, sugiero a todos los jóvenes que están iniciándose en su formación artística, que investiguen mucho acerca de cómo está estructurado y cómo funciona su propio organismo; y que también cuestionen, observen y exijan a sus profesores si perciben en algún momento cierto descuido o dejadez.

Hay que percatarnos también de que la preparación de nuestro cuerpo no solo involucra el aprendizaje y el entrenamiento, sino que esto se complementa con un correcto descanso y adecuada alimentación. Generar nuevos hábitos saludables nos ayudará a cuidar nuestra salud, tener un proceso más eficiente y que nuestra formación física se sostenga en el tiempo. Con respecto a la alimentación, no se trata necesariamente de censurarse, pero sí, por lo menos, debemos tener un orden y consciencia de lo que se consume, investigar los beneficios de comer determinado alimento, y reconocer qué cantidades ingerir preferiblemente. Comer para sentirnos bien es válido; pero también, brindarle a nuestro cuerpo lo que realmente necesita. Además, recordemos siempre incluir en nuestra programación diaria de actividades los momentos necesarios para alimentarse. Y hago hincapié en este aspecto porque en los últimos tiempos cada vez es más recurrente escuchar o mencionar que “no tengo tiempo para comer”, cuando en realidad debería ser lo primero a tener en cuenta al planificar nuestro día porque, literalmente, los alimentos son los insumos con los que mantenemos y sostenemos nuestro cuerpo, que como ya sabemos, es nuestra principal herramienta de trabajo.

Si deseas convertirte en un artista escénico eficiente, pues trabajarás para tener un instrumento —tu cuerpo— bien afinado, según tus necesidades; entrenarás, descansarás y alimentarás tu cuerpo correctamente, aceptándolo y queriéndolo tal como es.

El viaje del Ukuko. Unipersonal interpretado por Cristhian Pastrana y dirigido por Carlos Santos Becerra, 2020. Fotografías de Brunella Nosiglia

El entrenamiento desde otros puntos de vista

Tuve la gran oportunidad de estudiar la carrera profesional de Educación Física en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Así pude acceder a un conocimiento que me ayudó a nutrir y fortalecer mi formación artística; además que el contexto universitario me permitió compartir con más compañeros y colegas del campo del arte, o con profesionales de otros ámbitos como el deporte. Durante estos años formativos, aprendí un aspecto del trabajo físico que en el mundo artístico no está del todo posicionado aún, y que tiene que ver con el cuidado del cuerpo: prestarle atención a las lesiones.

Cuando se presenta una molestia o lesión, la principal recomendación es hacer un alto a  las actividades, con un tiempo estimado según la gravedad, y asimismo buscar ayuda profesional. Pero en las prácticas escénicas, reiteradas veces sucede lo contrario. En varias ocasiones he sido testigo de frases como “me duele, pero seguiré ensayando porque es mi compromiso”. Evidentemente, se trata de actitudes que romantizan situaciones imprudentes como seguir asistiendo a clases o seguir ensayando a pesar de padecer una lesión; y lo que es peor aún, estas posturas las refuerzan muchas veces los mismos maestros o directores, demostrando que no existe una consideración por cuidar la integridad del instrumento primordial del artista, su cuerpo.

Primero, entonces, el cuidado. Segundo, la exploración interdisciplinaria. Considero importantísimo, tanto para alumnos como maestros, que se nutran de otros lenguajes de movimiento a los que puedan acceder, que intercambien con profesionales de diversas disciplinas. Esto ayudará a fortalecer e incrementar sus conocimientos. Para un actor será muy enriquecedor aprender algo de danza, circo o algún deporte como artes marciales, entre otros; también, dialogar con entrenadores, maestros de Educación Física, psicomotricistas, etc. Siempre hay algo nuevo para asimilar. Con la posibilidad de explorar otras experiencias de movimiento, las capacidades del actor o actriz crecerán enormemente; comprenderá, por ejemplo, cómo apoyar correctamente la mano en el piso o cómo realizar el movimiento de retroversión de cadera, podrá corregir posturas o ejecutar patrones de movimiento, etc. Como se dice popularmente, “todo suma”.

Modelo de clase

A continuación voy a compartir, desde mi perspectiva, un modelo general de clase presencial de trabajo físico para la formación de artistas. Probablemente, en algún momento hayan tenido una sesión parecida, pero consideremos ahora ciertas observaciones. La estructura básica se divide en tres fases: Activación, Parte principal y Vuelta a la calma.

  • Fase Activación o, comúnmente llamada, Calentamiento. Es aquella fase inicial en la que vamos a predisponer nuestro cuerpo hacia el trabajo que se realizará durante toda la clase. Personalmente, prefiero denominarla Activación, ya que esta palabra señala con mayor exactitud lo que se realiza. En esta fase, se le va “avisando” a nuestro cuerpo que lo queremos “activo”; con el sucesivo avance de los ejercicios iremos incrementando de manera progresiva el ritmo de funcionamiento de nuestro corazón y pulmones, mejorando la irrigación sanguínea a los músculos, lubricando las articulaciones y predisponiendo adecuadamente a los demás órganos, ya que vamos a trabajar extracotidianamente. El “calentamiento”, que es la elevación de la temperatura corporal, se presenta como consecuencia natural del trabajo realizado. Considero importante aclarar esta perspectiva en la manera de abordar nuestro trabajo físico durante la primera parte de la clase. Si el objetivo de ese momento se concentra en “activar” el cuerpo, la premisa será mucho más amplia y completa; en cambio, si nos preocupamos solo por “calentar” —es decir, elevar la temperatura y nada más—, posiblemente descuidemos que el cuerpo entero esté comprometido, ya que el haber “calentado” no garantiza un cuerpo correctamente activo y listo para la clase. Se trata de un detalle, apenas un cambio de premisa cuando se da la indicación de empezar el entrenamiento; sin embargo, este pequeño cambio ofrece una perspectiva integral que nos permitirá tener un mejor rendimiento, e incluso prevenir lesiones. Duración: 20% del tiempo de duración de la sesión.
  • Parte principal. Se denomina así aquella fase del entrenamiento donde el maestro impartirá a los estudiantes el tema (o los temas) que desea transmitir como aprendizaje. Ya lo he señalado y vale la pena repetirlo: es muy importante que el maestro esté siempre listo y dispuesto a transmitir el conocimiento de manera asertiva y eficiente. Sea cual sea el método de enseñanza que use, debe orientar, acompañar, observar y absolver las dudas que surjan en el camino. Su responsabilidad también consistirá en intervenir físicamente, de ser necesario, con una toma, empuje o apoyo. En este aspecto, tiene importancia también su indumentaria. Resulta contradictorio —desde mi perspectiva— dictar un curso que involucre movimiento corporal, vistiendo ropa no acorde a la actividad física o usando accesorios que no brinden la comodidad necesaria para cuando se quiera dar un ejemplo de ejecución o ayudar a un estudiante. Duración: 70% del tiempo de duración de la sesión.
  • Vuelta a la calma. Última fase del entrenamiento; su propio nombre indica lo que se quiere conseguir en este momento, justamente volver a la calma, hacer que el estudiante retorne de manera progresiva a su cotidianidad para que no se retire de la clase sobreestimulado o con las pulsaciones aceleradas. Además de desarrollar las actividades necesarias que nos ayuden a retomar el sosiego, también se puede aprovechar esta fase para seguir aprendiendo o seguir reforzando capacidades, por ejemplo, si se realizan ejercicios de flexibilidad o respiración, entre otros. Y si en alguna clase no se llevara a cabo este momento final del entrenamiento, tal vez por falta de tiempo, te recomiendo, estimado o estimada estudiante, que trates de encontrar por lo menos un par de minutos para realizarlo de todas maneras. Tu cuerpo te lo agradecerá. Duración: 10% del tiempo de duración de la sesión.

La distribución de tiempos podría variar según el objetivo de la sesión, características del espacio, grupo de trabajo o alguna circunstancia que se presente, pero en general, los porcentajes indicados nos brindan una referencia estándar que nos ayudará a mantener el orden de forma eficiente.

Por último, vuelvo a enfatizar la idea de que el maestro permanezca durante toda la clase con predisposición extracotidiana, con la mirada y la escucha multiplicadas, y el cuerpo listo para intervenir. Evidentemente, también debe estar vestido con una adecuada ropa de trabajo, ya que se predica con el ejemplo. A partir de detalles elementales como la indumentaria utilizada en clase o la puntualidad, se ponen de manifiesto el interés o la voluntad que se tienen para el trabajo.

Clases virtuales de Bienestar en Movimiento. A cargo de Cristhian Pastrana, 2020.

La nueva realidad

Ya que hemos realizado una revisión rápida de un modelo de clase presencial, corresponde ahora observar cuáles serían las implicancias en una clase de modalidad virtual.

A nivel de estructura, la clase virtual puede seguir la misma distribución, pero teniendo en cuenta las nuevas necesidades surgidas por el cambio de canal comunicativo. Como cada uno está en su casa, tanto maestro como estudiantes deberán verificar que el espacio donde van a desarrollar las actividades sea el óptimo, o en todo caso, tomarse un tiempo para hacer los ajustes necesarios (mover muebles, adecuar la iluminación, etc.). Lo principal es velar por la integridad física de los estudiantes, por ello se han de seleccionar actividades que no impliquen mayor riesgo. En ese sentido, para conocer su estado físico, el maestro también puede elaborar un estudio previo; por ejemplo, un formulario donde los estudiantes completen datos como su historial de salud.

Si en una clase presencial el maestro observa con esmero, acompañando así el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues ahora tendrá que multiplicar esos esfuerzos, ya que solo es testigo de lo que sucede mediante una pantalla. Por ello, plantear acuerdos entre maestro y estudiantes resulta sumamente importante para que la dinámica de la clase se desenvuelva de la mejor manera posible. En el caso de que alguien no comprenda alguna indicación, por ejemplo, debe manifestarlo para que el maestro enfoque su atención en esa persona; y si varios estudiantes tienen dudas, pues habrá que enfocarse en cada uno de ellos. Es importante invertir tiempo y esmero en el monitoreo para evitar ejecuciones incorrectas que a la larga puedan derivar en golpes o lesiones. Todos los esfuerzos son bienvenidos para que las sesiones sean fructíferas y a la vez saludables. Entonces, cuidar la integridad de los estudiantes y del maestro se convierte, como podemos observar, en el factor común más importante de ambas modalidades.

Presente y adaptación

En nuestro contexto, abordar el entrenamiento del cuerpo ha venido ganando terreno poco a poco, tanto en el teatro, la danza, el circo, etc. Sin embargo, dada la coyuntura mundial a causa de la emergencia sanitaria que afrontamos, este avance que se venía dando ha sufrido un retroceso, una reducción en su celeridad, por no decir que se ha detenido casi completamente. En definitiva, si existe la posibilidad de que la situación actual implique no solo un decrecimiento en el rendimiento físico de los artistas, sino también una variación en sus hábitos, por otro lado, también es posible esperar que nos adaptemos cada vez más y que podamos seguir avanzando en el entrenamiento a partir del movimiento, así como en el crecimiento de las capacidades de nuestra materia prima, nuestro cuerpo. Este segundo camino es el que, seguramente, todos nosotros como artistas escénicos estamos empeñados en seguir. Esperamos que así sea, y por qué no decirlo, ya hemos dado hace buen tiempo los primeros pasos para que suceda.

Cristhian Pastrana

Perú

Licenciado en Educación Física por la UNMSM, con especialidad en Preparación Física; estudió Actuación en la ENSAD y distintos talleres como Formación en Circo Social, a cargo del Cirque du Soleil, La Tarumba y el Fondo Multilateral de Inversiones del Grupo BID; Comedia del Arte en La Tropa del Eclipse; Improvisación en la Asociación Cultural Diantres, entre otros. Ha sido docente en varias instituciones, y es profesor de circo en La Tarumba. Fue integrante de la Compañía de Danza Teatro Adú Proyecto Universal, con quienes ha representado al Perú en múltiples festivales de danza y el FAEL. Es intérprete del espectáculo unipersonal El viaje del Ukuko, dirigido por Carlos Santos Becerra, con quien ha fundado el colectivo de arte contemporáneo “Materia Prima”. Asimismo, ha integrado el equipo de asistencia técnico-pedagógica para la elaboración de contenidos de los programas Aprendo en Casa para radio, de este verano 2021.