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Diálogos 4 Testimonios

«La materia me habla»

Azul Borenstein

Una inclinación natural hacia la plástica

De chiquita era la que dibujaba todo el día, así me decían, siempre me emocionó mucho el color; recuerdo la sensación de apropiarme de lo que me emocionaba cuando dibujaba. A mi mamá le pedí hacer pintura, ella enseguida me contrató unos cursos, hasta llegué a ganar unos premios. Fue una inclinación natural hacia la plástica porque en mi familia no había ningún artista plástico ni actor, ella daba clases de piano y mi papá era comerciante. Ya un poquito más grande me di cuenta de que el teatro me conmovía enormemente. Al terminar la secundaria, mi mamá, que sabía que yo iba a querer seguir bellas artes o alguna carrera afín — y creo que por influencia de mi papá, tratando de que no—, me propuso hacer un curso de orientación vocacional que me dio como resultado la carrera de escenografía, fue clarísimo. Lo que yo quería era un lugar donde las artes confluyeran y donde se abordara la creación en grupo. Quería vivir en nuevos universos de ficción y belleza.

Buenos Aires tenía dos escuelas nacionales, es decir que no eran privadas. Una era la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, con las carreras de pintura, escultura, grabado, pero no existía allí escenografía como carrera de grado. La otra escuela era Ernesto de la Cárcova donde sí existía escenografía pero solo como posgrado, lo que significaba que tomaban examen de ingreso. Como yo quería escenografía, rendí aquel examen e ingresé, y es así que mis estudios los realicé en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova.

Mi formación en París fue muy diferente a la de Buenos Aires, pero ambas escuelas se complementaron sin pisarse. En Buenos Aires se trató de una escuela de bellas artes (que hoy es Universidad Nacional de las Artes, U.N.A.), de formación clásica. Leímos muchísimas obras de teatro, dibujamos a mano planos y bocetos de color de todos los estilos, hicimos maquetas, estudiamos historia del arte, la cultura y el teatro, iluminación, vestuario; se contaba también con formación para hacer cine y TV.

La escuela de Jacques Lecoq es todo lo contrario, es un laboratorio de experimentación: el saber se revela desde la experiencia y se vive constantemente un estado de desequilibrio donde uno va tras un descubrimiento; y es muy interesante porque no tiene nada que ver con lo teórico ni con lo técnico, no nos dieron para leer ni un libro y nunca nos explicaron cómo hacer un plano, pero sí hay una experimentación que va tras poder sentir y pensar la escena como una composición plástica total, lo que tiene que ver un poco con romper la noción compartimentada de actor/ escenografía/vestuario.

Un ejemplo de esto es el personaje de Próspero que diseñé para una versión libre de La tempestad de Shakespeare. Próspero es como el gran mago del universo, quien genera la tempestad para vengarse de haber sido traicionado. Entonces, de unos plásticos reciclables muy livianos, con los cuales había hecho una experimentación, le diseñé un vestuario circular de 9 metros de diámetro que cabía justo en el escenario; cuando giraba era el personaje, era la escenografía porque era el océano, que tenía detrás un barco y títeres, también transparentes, de los espíritus de los marineros muertos que caminaban por ese torbellino, y al mismo tiempo también era el vestuario. Era las tres cosas. Próspero es un ejemplo donde se propone una dilución entre los compartimentos actor, escenografía y vestuario.

Una cosa más de Lecoq es que trabajamos realmente en función de la belleza del movimiento. Siento que la belleza es una de las cosas que atraviesa lo que hago, procuro buscarla siempre. Me interesa menos una escenografía funcional e ingeniosa, pero sí me interesa la belleza. La materia es otra cosa que me interesa mucho también, sobre todo la investigación de la poética de la materia.

Proceso exploratorio de Tempeste, obra basada en La tempestad de William Shakespeare. Dirección, coreografía y dramaturgia de Pepe Márquez. Concepción visual, escenografías dinámicas y vestuarios manipulables de Azul Borenstein.

Tempeste, una versión libre de La tempestad

Con Pepe Márquez en la dirección coreográfica, y yo a cargo de la concepción visual, nos propusimos hacer una versión absolutamente libre de La tempestad de Shakespeare. ¿Eso qué quería decir? Que no empezamos con una premisa en cuanto a qué genero íbamos a realizar. De hecho la gente de prensa nos preguntaba “qué hacen”, y nosotros respondíamos “danza-movimiento con escenografías y vestuarios dinámicos marionetizables”. Sonaba rarísimo, y nos pedían “por favor, algo más corto y que la gente entienda”. Y no sabíamos cómo describir dentro de un género lo que hacíamos. Al final le hicimos una descripción que era graciosa: “Teatro Físico y danza con marionetas, cuerpos imposibles y escenografías dinámicas”.

Nuestra premisa fue crear desde lo que se pudiera marionetizar, queríamos que todo estuviera vivo. Por eso me interesó mucho el trabajo de Pepe Márquez, porque venía del mundo de los títeres. Él iba a saber mover las escenografías que yo necesitaba que los bailarines manipulen en un escenario vacío. No usé cosas clavadas al piso o que entraran con rueditas ni bajaran de parrilla, me gustaba la idea de que las cosas se manipulen y fueran efímeras. Lo que más nos conmovía en esta obra, nos fuimos dando cuenta, era la manera en que hablaba de cuán efímera es la vida, de cómo las cosas están y son, y cómo dejan de estar y ser.

Comenzar por la materia

En esta obra empecé por la materia, algo que hago bastante, creo que ahí radica una de mis líneas estéticas principales. Comencé a sentir, por ejemplo, que el plástico traslúcido y liviano tenía totalmente que ver con esa sensación, era algo que apenas existía y tenía peso, algo que  apenas se veía pero según como le daba la luz brillaba mucho, y me parecía muy hermoso. Entonces, el proceso fue así, empecé a investigar la materia con enorme emoción. Me di cuenta también de que la forma abstracta me conmueve muchísimo; en escenografía me gusta usarla bastante porque hace partícipe al espectador mucho más que cuando se le brinda una forma totalmente definida.

Fui directo al plástico en este caso porque la materialidad de la tela añadía una opacidad y un peso que no me gustaban. Y además, ahora que me acuerdo, porque ya tenía uno de estos plásticos bien livianitos que una amiga me había traído de Francia, un par de años antes. Ella también estuvo en la escuela de Lecoq; en aquella ocasión vino a visitarme y me encantó lo que me trajo: “hay que hacer algo con esto”, dije. Entonces, la materia llegó con dos años de anterioridad. Y así como los escritores guardan sus ideas en un papel, digamos, yo guardé el material en un cajón y lo volví a sacar cuando Pepe me propuso hacer esta obra. Acepté justamente porque quería experimentar con esa materia, su misma naturaleza me permitía explorar la abstracción en la escenografía y esta des-limitación de vestuario con escenografía con actor. Y me permitía también experimentar mucho con la luz.

Empecé a investigar, a probar todos los plásticos livianos para usarlos de alguna manera poetizando el agua y quizás el tiempo. Lo efímero de la vida que me estremece. La verdad es que agoté todo lo que pude encontrar en Buenos Aires. Me obsesioné, me enamoré tanto de esa materia que empecé a pedir a amigos de todo el mundo que me envíen plásticos o polipropilenos livianos, lo que encontraran en sus países. Fue muy gracioso, me mandaron cajas desde Chile, Suiza y Francia. Así llegaron unos que me fascinaron pues realmente los hacías flotar y tardaban mucho en caer al piso, era mágico. La gente en la platea se quedaba con la boca abierta suspendida en el tiempo, mirando cómo esa materia abstracta caía, creo que la materia fue más protagonista que los mismos bailarines. Nadie entendía ni siquiera qué era, porque finalmente la materia se diluía tras la luz, lo que uno veía eran reflejos y colores, no se terminaba de notar qué materia estábamos usando.

Visualmente dio muy hermoso. Trabajamos casi dos años en ese proyecto, en una producción independiente, o sea que no solo no nos pagaban sino que además poníamos de nuestros ahorros para producir la obra. Al final, estuvimos en un teatro lindísimo, con una buena técnica teatral; ganamos premios por el vestuario, la coreografía, la música, nos fue muy bien, la verdad. Por supuesto no son obras de una cantidad de público enorme, sino más bien muy experimentales. Dentro de ese ámbito más artístico y teatral, la obra tuvo muy buena acogida.

Tempeste se estrenó en el Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, Argentina, el año 2012. Fotografías de Martin Halliburton.

Teatro para bebés

La maternidad me ha inspirado la obra Flotante. Antes me habían propuesto hacer teatro para bebés pero no acepté por prejuiciosa, pensando que no se podía hacer nada para un bebé. No le había prestado atención ni me había interesado hasta ese momento.

Flotante surgió viendo cómo mi hijo Camilo iba encontrando materiales en mi casa, sobre todo dentro de mi taller donde jugaba. Le fascinaba la materia abstracta; si le ponías un juguete, luego de un tiempo se aburría. Pero claro, cuando encontraba un pedazo de papel espejo en el piso era un juego al infinito, lo mismo con hojas de papel de colores que yo misma partía o tiraba al piso, y cuánto podía jugar con el papel, era alucinante. Entonces me di cuenta de que sí se podía hacer teatro para bebés y además tuve el deseo de hacer una obra para él, en la que pudiera entrar, tocar y ser el protagonista. Porque me pasaba que lo llevaba a los estrenos de mis otras obras y él no quería estar en la silla, no le gustaba estar ahí mirando solamente, mi hijo siempre fue muy explorador,  entonces cada vez que lo sentaba en la platea se iba directo al escenario, quería estar allí. 

A esto se sumó que hace tiempo tenía ganas de trabajar con Natalia Chami, que venía como yo de hacer la escuela de Jacques Lecoq. Varias veces también nos habíamos cruzado sin poder concretar lo de trabajar juntas. La llamé y le propuse la idea. A Nati le encantó, ella justo tenía unos sobrinos mellizos de dos años de edad, Camilo tenía un añito, “¡juntémonos con los chicos a jugar!” dijimos. Así fundamos la compañía y fuimos creando Flotante. Nati venía de hacer teatro site-specific y teatro inmersivo para adultos, yo venía de investigar la materia liviana. En un sentido, Flotante tiene que ver con las experiencias anteriores de ambas, con compartir nuestra pedagogía de origen y muchas otras sensibilidades. También se relaciona con Tempeste, siento que hay una continuidad de alguna manera en la poética material.

La primera reunión que tuvimos fue una tarde de lluvia tremenda en Buenos Aires. Vinieron Nati y los sobrinitos a la casa y jugamos toda la tarde con diversos materiales, entre los cuales justamente encontramos un globo con el que surgió la idea del helio. A la semana siguiente compramos algunos globos con helio, probamos atarles cosas para ver qué sostenían. Luego hicimos una investigación larga hasta cerciorarnos de qué cosas flotaban, qué cosas no flotaban y por qué. Y así se fue armando, un poco jugando con los chicos, con el deseo de hacer una instalación inmersiva y efímera. Flotante es un espacio abstracto, algunas personas dicen que es el fondo del océano, otros dicen que es el espacio; otros, que un útero. 

Proceso de montaje de Flotante. Instalación sensorial para bebés y niños pequeños de Azul Borenstein y Natalia Chami.

Aplicamos a subsidios que por suerte ganamos para poder empezar. Las primeras funciones las hicimos de manera independiente en la escuela de unos amigos como para probar, pues no había mucho cómo ensayar Flotante, necesitábamos a las personas que eran los protagonistas. O sea, hay una rutina de una claun que dura siete minutos y diferentes intervenciones, pero sin los niños casi no hay ensayo, cada función es distinta porque la dinámica la genera la gente. Fue hermoso ver eso en diferentes culturas, cada función es diferente siendo el público protagonista de la obra. Aquella vez armamos una página para vender las entradas, al revisarla no estábamos seguras si algo andaba mal porque todo estaba vendido, ¡todo se agotaba! Es un fenómeno Flotante, en ese momento no lo podíamos creer, luego siguió dándonos sorpresas.

Lo que sucede en escena es muy impresionante, un bebé de un año juega y se emociona con el color, aprecia la belleza, le gustan los brillos, los espejos, ver las cosas desde diferentes ópticas. Los bebés disfrutan el experimentar la materia, allí es donde admiras cuán felices y presentes están. Además que apostamos por un espacio de absoluta libertad y juego, sobre todo porque no hay nada que no puedan hacer o que no puedan tocar, nada es peligroso, entonces la libertad es total. En cuanto a la familia, ya no se trata del encuentro cotidiano, es otro encuentro el que se da entre los padres y los chiquitos en un universo completamente nuevo, eso también es muy emocionante.

El público de Flotante se renueva constantemente porque siempre hay más bebés. Hasta antes del coronavirus tuvimos cuatro años con bastante éxito de funciones estables en Buenos Aires. El año pasado, junto a Verdever que es nuestra productora internacional, tuvimos la hermosa suerte de que nos invitaron a participar en un festival en China, en Macao. También fuimos a Corea, a otro festival de títeres, con el título muy simpático de “títeres de aire”. Antes estuvimos en un festival en Chile, otros festivales internacionales en Buenos Aires y también en Lima, en el ICPNA. Flotante de verdad que fue una experiencia muy feliz que queremos mucho, ahora esperamos estrenar en cuanto sea posible la próxima experiencia de la compañía que se llama Tropical.

Flotante. Instalación sensorial para bebés y niños pequeños de Azul Borenstein y Natalia Chami. Imágenes del estreno en Lima, una co-producción de Teatro La Plaza y el Gran Teatro Nacional, marzo del 2019. Fotos: cortesía de Azul Borenstein.

Cuerpos imposibles

Es un tema que a mí me apasiona. En Lecoq vimos que cada personaje tiene una manera particular de ser y desplazarse, de alguna manera estuvimos revelando desde la experiencia del trabajo y del movimiento cómo el cuerpo cuenta el espacio. Por cómo camina un personaje sobre el escenario deberías poder darte cuenta si está caminando en un espacio cerrado o en una playa, por ejemplo. Entonces, hay algo en esto de que el cuerpo puede transformarse y contar el espacio que habita, que a mí me interesa mucho.

Próspero se vuelve un cuerpo imposible cuando él mismo es el océano. A mí me interesa contar la historia de esa manera, no me interesa contar que hay un océano afuera. El deseo de venganza era tan inmenso que él mismo se convertía en esa venganza, la cual estaba poetizada por el océano. Hay una clara metáfora allí, plasmada a partir de la materia y su estrecha relación con el movimiento y el cuerpo del actor o bailarín.

Encontramos otro ejemplo en el personaje Calibán, este ser salvaje que habita la isla. Nos dimos cuenta que con un solo cuerpo humano no nos alcanzaba para contar esa manera de ser salvaje, entonces juntamos a dos bailarines para que todo el tiempo estuvieran pegados desde la parte del ombligo, digamos; del Tan Tien se diría en chino. Así generamos otro tipo de movimientos que dieron lugar a una especie de bicho extraño, logramos un cuerpo imposible en cuanto no tenía nada que ver con un cuerpo real, ni siquiera con un monstruo tal cual lo imaginamos, sino que creamos otra posibilidad de cuerpo. A este personaje, además, le sumamos una máscara de dos metros de largo hecha con bambú.

Escenografías dinámicas y metaforización del dolor

La noción de cuerpos imposibles está bastante ligada a la noción de escenografía dinámica. Próspero es una escenografía dinámica y también manipulable al momento de desatar esa tempestad. En el caso de su hija Miranda, por poner otro ejemplo, hubo que escenificar el dolor. Ella y Fernando se corresponden, pero Próspero tortura al muchacho ordenándole realizar unos trabajos terribles como prueba de su amor; Fernando padece en ese hacer, entonces Miranda sufre. En el sentido de esencializar los espacios, algo con lo que yo trabajo que no tiene que ver con describirlos ni narrarlos sino con ir a la esencia de ese espacio, sentía que el espacio de esa escena era el dolor, originado por la posibilidad de perder al ser amado o verlo sufrir. Me pregunté a mí misma cómo cuento el dolor en el espacio. No tenía ganas de contar la isla, las palmeras ni ninguna narrativa. A mí lo que me interesa más bien es lo contrario, la dinámica, la esencia de las cosas, no su realidad.

Me animé a que el personaje de Miranda llore y que esas lágrimas sean el total del espacio. Le armé un cuello de alguna manera isabelino pero quizás también futurista, muy de ficción; de ese cuello salían unas lágrimas de plástico finito transparente que pasaban por su máscara, se extendían hasta el piso y eran manipuladas por seis bailarines, hasta después entrar otras de una escala mucho más grande que se expandían por todo el escenario, entonces esas lágrimas ocupaban el total del escenario, como si se extendiera de su cuerpo el dolor. Se trata de un momento de escenografía dinámica que también puede ser un cuerpo imposible.

La escena fue muy bella, las tiras de plástico liviano y traslúcido brillaban intensamente, para mí esa era la metáfora del dolor, ella solo lloraba, en ese espacio. Creo que cuando uno sufre mucho no sabe ni donde está, no hay un lugar, es el no lugar del dolor; por eso surgió esta abstracción. Eran tiras que se movían en el aire que eran el movimiento del dolor mismo, y ahí también hay algo de un cuerpo imposible, de un cuerpo que se vuelve dolor, que pierde lugar y que se transforma.

Cuerda. Unipersonal de clown de Wendy Ramos con la dirección de Nishme Súmar. Escenografía, objetos y vestuario de Azul Borenstein. Se estrenó en el Teatro Pirandello el año 2013. Fotos: archivo personal de Azul Borenstein.  

Procesos creativos

Algo muy particular de mi manera de trabajo se relaciona con que la materia me habla. O sea, muchas veces empiezo por la materialidad de las cosas. Lo primero que hago es plantear si la obra a desarrollar es en papel, en cartón, en plástico translúcido, en telas, qué tipo de telas, ¿son rústicas, son livianas? Creo que mis primeras sensaciones tienen que ver con la materia y con algo que me interesa muchísimo, algo esencial del teatro: la síntesis. A mis alumnos siempre les digo que cuando se encuentran frente a una imagen con una cantidad amplísima de colores, esta misma imagen la pueden ver en dos colores y darse cuenta de que así adquiere mucha más fuerza. Entonces, la síntesis es un trabajo de búsqueda muy interesante. En cambio, si vas a usar muchas materias, madera, hierro, tecnopor, plástico, papel, todo, pues se parece demasiado a la vida cotidiana.

Después de la materia, trabajo mucho la mimo-dinámica, método de la pedagogía de Jaques Lecoq que contempla abordar un texto desde la sensación esencial de movimiento. Si en la escuela De la Cárcova aprendimos a abordar un texto a partir del concepto, el análisis de texto, la sicología de los personajes, es decir una aproximación analítica y cerebral, con la mimo-dinámica el texto se aborda desde un lugar de sensaciones, de percepción de movimiento, de cómo se mueven los personajes o cómo se mueve un espacio. Se aborda desde un lugar esencial. Esa “tempestad”, por ejemplo, ¿tiene velocidades rápidas o lentas?, ¿tiene más claridades o más oscuridades?, ¿qué pesos tiene, qué colores, qué tipo de luz?, ¿es una luz estable o una luz intermitente?, ¿es fría o cálida? Son datos que uno va obteniendo desde el poner a mover el cuerpo propio. Entonces, yo encaro bastante las cosas desde el movimiento, leo un texto y después me tomo unas tardes para moverme. Y ahí empiezo a sentir por dónde ir. Creo que es un canal que te direcciona más fácilmente hacia un lugar mucho más poético y personal. La danza contemporánea, danza butoh y las artes marciales como Tai Chi, Pa Kua y Kung Fu, que realicé durante varios años, muy probablemente aportan a este tipo de proceso creativo, como una formación física que refuerza lo expresivo del cuerpo.

Creo que mis propias producciones, con mis compañías Tempeste y Flotante, son de las más complejas que he trabajo creativamente hablando. Tempeste nos llevó dos años, teníamos un galpón grande que un amigo nos prestaba; el equipo de escenografía éramos ocho personas que siempre estábamos mejorando la utilización del material, hacíamos los frunces, lo pegábamos, era muy difícil de pegar, tampoco se podía coser, tuvimos que buscar unas varillas largas que no se quebraran pero que se pudieran curvar aunque no demasiado. Fue un trabajo de mucha precisión con la materia donde casi no dibujé porque todo se hacía en el lugar de ensayo. Ese proyecto fue muy complejo técnicamente. Y Flotante también, pues con respecto a los materiales de las instancias lúdicas que los bebés iban a tener a mano, tuvimos que encontrar cosas que sean durables, que no se ensucien mucho, que sean seguras, que se transformen con la luz y que interesen desde los 6 meses hasta los 4 años que es todo el rango etario de la obra. Son exploraciones muy largas.

A quienes estudian escenografía y trabajan en la escenografía, me gustaría decirles que peleen siempre por tener las producciones que puedan defender los tiempos auténticos de investigación. Me gustaría mucho que los tiempos no sean los que propone el mercado, donde normalmente se realizan producciones de solo 3 o 4 meses.

El teatro en tiempos de pandemia

Me gustaría que se respete y se honre la naturaleza de este planeta tan bello, que es nuestra casa. Creo que eso es lo primero que debería empezar a regularse, los organismos que posean esa competencia deberían empezar a poner límites a la manera de afectar lo que tenemos.

El consumismo es un sistema que evidentemente está en crisis y ojalá que esta sea su última etapa. Desde un montón de lugares y facetas nos ha mostrado que está quebrado, ya no funciona, la desigualdad es enorme, el planeta está siendo devastado, siguen las guerras, los refugiados, y los valores que rigen la vida contemporánea son equívocos. Entonces, mi deseo es que surjan nuevos paradigmas, aunque no me queda claro todavía quién los va a proponer.

La pandemia armó una pausa que al principio me costó mucho sobrellevar, pero también me ha servido para enfocarme en la docencia. Me he dedicado a repensar y rediseñar mis laboratorios de dirección de arte, escenografía, vestuario, que están yendo muy bien. Además, estoy preparando un espectáculo para el aire libre que de alguna manera tiene raíz en la pandemia, si bien la pandemia no es su tema. Siempre he soñado en hacer algo con el mar de fondo y creo que ha llegado el momento. La obra visualmente va a ser muy llamativa, estoy pensando en usar el protocolo, o sea la distancia entre los espectadores, como parte de la narrativa espacial, para no sentir ninguna de las limitaciones de la vida actual en este nuevo y bello universo, en el cual los espectadores serán parte esencial.

Azul Borenstein

Argentina

Escenógrafa, vestuarista y directora de arte. Realizó sus estudios en L’École Internationale de Théâtre Jacques Lecoq en París y en la Escuela Superior de Bellas Artes Ernesto de la Cárcova en Buenos Aires. Trabaja en teatro, danza, circo, ópera, cine y televisión tanto en Argentina como en el exterior. Ha sido galardonada con variados premios y distinciones por sus diseños y ha dictado laboratorios y conversatorios para artistas en diversos festivales internacionales. Explora la poetización de la materia y la delimitación del actor/escenografía/vestuario. Entre sus últimas obras se encuentra Flotante (2016), creada junto a Natalia Chami, experiencia sensorial para la primera infancia con la que viajan a China, Corea, Chile, además de presentarse en el Gran Teatro Nacional en Lima y presentarse hasta el 2019 en Buenos Aires.

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Diálogos 4 Testimonios

«Las luces tienen mucho de matemáticas»

Carmenrosa Vargas

Una mujer haciendo luces

Cuando regresé de Brasil, donde había estudiado una maestría de especialización en luces, empecé a buscar trabajo y no encontraba. Esto fue hace aproximadamente veinte años, en esa época el cine y la televisión eran medios muy diferentes a lo que conocemos ahora. El nivel de producción recién estaba comenzando a fortalecerse. Yo tenía pensado trabajar allí, aplicando todos los conocimientos de la luz y saberes técnicos que había adquirido, pero siendo círculos todavía tan pequeños e incluso cerrados, que se movían casi solamente por contactos, fue prácticamente imposible comenzar por ese lado. El hecho de ser mujer complicaba un poco más las cosas, además, porque no existían mayores referentes femeninos para este tipo de trabajo, y el prejuicio era mayor.

Por estos caminos no tan azarosos llegué al teatro. Me enteré que Mario Ráez estaba ofreciendo un taller de luces, obviamente orientado al teatro, y me inscribí. De hecho, Mario Ráez ha realizado una importante y amplia escuela a lo largo de todos estos años, creo que somos muchos los diseñadores de luces quienes lo tenemos como maestro. Después del taller comencé a trabajar con un amigo director que hacía teatro para niños,  me desempeñé desde luminita hasta ya con el tiempo ponerme a diseñar. Este amigo director empezó a recomendar mi trabajo y a contactarme con otros hacedores teatrales, y así continúe hasta ahora.

Mi encuentro con las luces, por así decirlo, surgió mucho antes que mi encuentro con el teatro. Dentro de la carrera de Ciencias de la Comunicación, en la Universidad de Lima  que es lo que estudié, la formación naturalmente está orientada a lo cinematográfico: tienes que aprender a agarrar una cámara, a plantear una determinada fotografía, un plano, etc. Recuerdo que estaba en los últimos ciclos, en un curso llamado Fotografía e Iluminación —no había muchas chicas inscritas en este curso pero a mí sí me interesó—, y en una de las clases nos hicieron ver un documental, que siempre se lo recomiendo a mis alumnos, que se llama Visiones de Luz (Visions of Light) sobre la iluminación, la creación de atmósferas y sus posibilidades creativas, lo que me pareció fascinante. Entendí que con las luces y un punto de vista se puede crear un nuevo lenguaje que no solo es artístico sino que también tiene mucho de ciencia, de fáctico y medible. Algo que llamó muchísimo mi atención quizás porque en realidad yo vengo de la ingeniería. Sí, yo empecé estudiando para ingeniera, pensaba que quería ser ingeniera, pero cuando me jalaron en matemáticas comprendí que no era para mí. Entonces me cambié a la carrera de Ciencias de la Comunicación.

Con este aspecto concreto de las luces me sentí mucho más cómoda para trabajar. En el teatro existe un lado humano fundamental al momento de hacer las cosas, desde el guión que es la base y la estructura de todo, hasta cuando el director empieza a ensayar con sus actores, hay una infinidad de variables humanas que están en juego: personalidades de cada uno, cambios de humor, disponibilidad de las personas involucradas o simplemente que ya no puedes contar con un actor porque se enfermó, por ejemplo; varios factores que el director tiene que tomar en cuenta al momento de realizar el montaje de una obra. Y realmente admiro esa capacidad de poder manejar lo inasible, mientras que en el caso de las luces, por el contrario, no hay variables de este tipo. Ellas están allí esperando prenderse para iluminar, que les pongas su filtro, que las dispongas según el diseño, el cual muchas veces es pura matemática porque sabes que si haces A vas a saturar, que si haces B obtienes la sombra, el volumen. Las luces no cambian, no se enferman, si se te quema un foco colocas otro igual y listo. El blanco sigue siendo blanco: esa materialidad del color y la luz tiene de física, de química; las luces tienen mucho de matemáticas, en ese sentido, como la música, hay mucho de ciencia ahí. Y con eso me gusta trabajar porque me parece un reto dotar de vida a algo que en apariencia permanece inerte. Podría decirse que allí radica el arte, la magia que realizamos los artistas técnicos de la luz.

Ensayo de la obra Ópera, escrita y dirigida por Jaime Nieto

Estilos de iluminación

Existen determinados estilos según el tipo de teatro que se va a iluminar. En el teatro comercial que es de corte más espectacular, que maneja treinta actores en escena porque, por señalar un caso, se trata de un musical con bastante movimiento, pues se tendrán requerimientos específicos muy diferentes a los de una obra de teatro independiente, por ejemplo.

En las obras de teatro independiente, por lo general, se le permite al lumière algo más de libertad y experimentación. Y es allí precisamente donde me he desempeñado un poco más, por esa apertura que siempre tiene el teatro independiente para probar cosas nuevas sin que uno se salga de contexto.

Hay algunos directores herederos de algunas corrientes, como el teatro café, se me ocurre, que no están muy conformes con la experimentación en el campo de las luces, y para quienes basta con una iluminación ambiental de foco amarillo y punto. Me ha pasado que uno de estos directores vio Piaf, la obra basada en la vida de Edith Piaf que hicimos en el Teatro Marsano, y salió de ver la obra completamente indignado con mi diseño de luces y me lo dijo, cuando por el contrario muchos otros felicitaron el mismo trabajo. Entonces, tanto en la realización como en la recepción del diseño no hay que perder de vista el contexto. Se te permite explorar un poco más en el teatro independiente. Y cuando haces luces para espectáculos grandes, también es otra manera de trabajar.

Ópera, escrita y dirigida por Jaime Nieto. Teatro del ICPNA de Miraflores, 2016. Fotos: cortesía de Artes Escénicas del ICPNA

Cómo diseña Carmenrosa Vargas

Para diseñar generalmente prefiero comenzar con la lectura del texto, es un buen punto de partida para ir llenándose de imágenes; así como en la literatura, cuando uno lee un cuento o una novela se va imaginando los personajes y los escenarios, en este caso el guion ofrece una primera pauta que me parece importante. Lo cual tendrá que confrontarse con lo que desee realizar o materializar el director.

En el caso de Ópera, por ejemplo, Jaime Nieto la tenía muy clara, y de entrada me dio como referencia al pintor inglés David Hockney, que tiene en sus pinturas un manejo del espacio muy particular donde predominan los planos, las líneas y los colores sobrios. Esta referencia no era para nada gratuita, estaba estrechamente vinculada a la obra —que se sitúa en Nueva York—, porque uno de los personajes era un muchacho que a partir de su admiración a Hockney también quería ser pintor.

Entonces, en conjunto con el director se van aclarando las ideas para ir generando el diseño y se va probando en la medida de lo posible, porque no se dispone de la sala teatral todo el tiempo, solamente una semana antes del estreno o a veces unos pocos días. En mi caso se trata de los días más importantes. Se acompaña el proceso con anterioridad en el sentido de que se va trabajando con el director la generalidad del diseño, pero cuando la obra empieza a ensayarse en el espacio de la sala teatral estoy allí desde el primer día para aprovechar el tiempo. Hay que ver una pasada general de la obra, según las escenas definir los puntos de luz que serán necesarios, cuestiones técnicas, armar la parrilla con los focos, marcar las claves, en fin, todo lo que involucra el proceso de montaje. Y si puedo asistir a los ensayos generales, pues también lo hago.

Me gusta manejar una variada paleta de colores, soy de poner muchos filtros, incluso me gusta colocar el filtro de maquillaje que es para luces frontales, que le da al actor una tonalidad suave y cierto brillo sedoso a la piel, por eso su nombre técnico es “filtro maquillador”. Tengo bastante presente la cantidad de filtros que voy a colocar para obtener los resultados que quiero, y el tiempo que esto me va a tomar en el proceso de montaje. Lo importante es que desde el principio también se tenga muy claro lo que quiere el director, y estar en sintonía de propuestas, porque al final es el director o la directora quien te “pesca” para el trabajo.

Piaf. De la dramaturga inglesa Pam Gems, con la dirección de Joaquín Vargas Acosta. La obra se estrenó el 2015 en el C. C. de la PUCP. Fotos: cortesía de VNP Producciones.

Los conocimientos básicos de un diseñador de luces

El vínculo entre la pintura y el diseño de iluminación es innegable. Creo que todo diseñador de luces debe tener un conocimiento de la historia del arte, no digo que a un nivel de erudito, pero sí por lo menos una noción básica de cómo ha ido evolucionando la plástica en la historia del arte a través de la pintura, cómo ha ido evolucionando el tratamiento de la luz en las diferentes épocas, cómo se han ido desarrollando los estilos. La pintura es uno de los mayores referentes de los que puede nutrirse alguien que trabaja con la luz. Contar con esas referencias, conocerlas y comprenderlas, es parte de cultivarse como artista, porque finalmente somos herederos de toda esa tradición. Por citar algún pintor clásico que me interesa o al que vuelvo siempre mencionaría a Caravaggio, pero la verdad es que cada diseño en concreto va a encontrar su propio referente, y para que eso sea posible y se convierta en algo enriquecedor, la historia del arte debe estar asimilada.

Por el lado del arte contemporáneo no solo está la pintura sino también el cine. Hay un director de fotografía maravilloso que hace cosas increíbles, que se llama Vittorio Storaro; su trabajo es uno de los que sigo continuamente.

Y en el campo específico de la fotografía, por ejemplo, también tendremos que apoyarnos de ser necesario. En la obra sobre Edith Piaf, que dirigió Joaquín Vargas Acosta, recuerdo que nos basamos en imágenes, encontramos varias fotografías de ella a lo largo de su vida y del París de la época que nos sirvieron muchísimo para manejar esa historicidad que se requería, que pasara de los años ’30, cuando ella empezó, a los años ‘50 ya propios de una ambientación de cabaret. La luz se iba desarrollando junto con el montaje. No porque la obra tratara sobre la cantante famosa, la iluminación se iba a quedar en la espectacularidad del cabaret, porque ella realmente comenzó en las calles, pidiendo limosna, muriéndose de hambre; por eso, esa parte opaca, sombría de su vida, está iluminada en tonalidades sepia, como si fuera una fotografía antigua.

En mi trabajo suelo resaltar mucho los volúmenes para generar dinamismo. Alguna vez me encargaron iluminar El Montaplatos, una obra donde solo dos actores (usando terno negro con camisa blanca) interactuaban entre sí durante toda la función, casi sin escenografía, un cuadrado blanco como piso y dos sillas de madera, nada más. Entonces, se tenía que resaltar el aspecto tridimensional de lo escénico, acentuar el movimiento, generar contrastes dentro del espacio, a partir del volumen, para sostener lumínicamente la obra en toda su duración, en toda su extensión de tiempo.

Otro aspecto que puede remarcarse a partir de la luz, dependiendo de la intención que se quiera, son los perfiles sicológicos de los personajes. Edith Piaf, por ejemplo, poseía un brillo único y eso tenía que reflejarse en su luz, tenía que brillar, había que hacerla brillar a su manera frente a Marlene Dietrich, este otro personaje femenino que provenía de Hollywood y que estaba diseñado con una estética cinematográfica, a partir de la luz se le dio una tonalidad que acentuara ese perfil de chica hollywoodense, frente a la luz de Piaf que era más bien trágica pero dulce, como su voz. En cambio, en la obra El diario de Ana Frank, que fue en el Teatro Mario Vargas Llosa, los personajes se encontraban encerrados en una casa, un poco como estamos ahora en el mundo, con toda la tensión que eso implica y que tenía que reflejarse; encuentros, desencuentros, tristezas y amores, evidentemente había que trabajar mucho más con las sombras, las oscuridades, en un contraste con la luz del día y de la noche, una especie de naturalismo en cautiverio sin dejar de ser armonioso.

El montaplatos, obra de Harold Pinter dirigida por Joaquín Vargas Navarro. Teatro de la Alianza Francesa, 2016. Fotografías de Daniel Conde.

El teatro en cuarentena

Ahora que tocamos el tema del enclaustramiento, es imposible pensar que esto no va a impactar en todas las esferas de la vida, incluido el teatro. Si nos ponemos filosóficos parecería que hemos retrocedido hasta la república de Platón, donde el artista debía ser eliminado porque no servía para nada. Pero también podemos volver a la respuesta aristotélica que nos dice que el artista simplemente es, y que no se le puede valorar con nociones de utilitario o no utilitario porque el arte simplemente sucede.

Muchos compañeros artistas han hablado de reinventarse, yo no sé si sea el concepto adecuado, porque uno se reinventa cuando quiere, pero esta situación lo que está haciendo es imponernos una realidad, un estado de cosas contra el cual aparentemente no podemos hacer nada. Incluso la continuidad del sistema está en entredicho, no deberíamos seguir con un capitalismo a ultranza como hasta ahora; el mismo sistema va a tener que modificarse y ya hay muchas personas que se están dando cuenta de eso.

Más que reinventarnos yo creo que la palabra correcta es adaptarnos, como lo ha hecho el artista a lo largo de la historia, adaptarse porque es un sobreviviente nato. El arte no va a desaparecer, el arte va a sobrevivir así como han sobrevivido las formas de arte que han ido evolucionando con la tecnología. Cuando apareció el cine, ¿acaso desapareció el teatro? No. Cuando llegó la televisión algunos creyeron que el cine se iba a perjudicar, ¿sucedió? No. Con la internet dijeron que la televisión iba a morir, ¿pasó? No, pues. El arte no desaparece, se adapta, va avanzando con la tecnología porque al final el público siempre quiere conocer algo nuevo. Yo creo que el arte siempre va a estar: las personas necesitan manifestarse, el ser humano necesita esos espacios donde reconocerse, donde proyectarse artísticamente. Y tanto el teatro como el cine son esos espacios donde las personas se reconocen en algo que los representa, eso va a mantener vivo al arte escénico.

Hay muchas obras que se están compartiendo en redes sociales con libre acceso, pienso que está bien, como un primer impulso para no perder el contacto con el público, pero esto no es algo que se pueda mantener a largo plazo. Detrás de cualquier obra está el trabajo de mucha gente, gestores culturales, productores, artistas técnicos que tal vez la estamos pasando un poco más difícil pues precisamente necesitamos del escenario para trabajar. Por eso no creo que el camino sea malbaratar los productos artísticos, no creo que el arte se tenga que regalar. El arte contiene mucha sapiencia y eso se debe valorar.

Cuando todo esto pase, porque tarde o temprano todo esto va a pasar, va a ser muy difícil que volvamos al mismo estado de cosas. Las artes escénicas renacerán de a pocos. Seguramente el teatro comience siendo algo muy pequeño, si un teatro tenía aforo para 300 personas, pues ahora lo tendrá solo para 150 o menos. Los repartos de las obras, por ende, también tendrán que disminuir. Ya nos habían acostumbrado a las grandes producciones con innumerables artistas en escena, lamentablemente va a pasar mucho tiempo antes de que volvamos a ver algo similar. Tendremos que recomenzar por lo básico, los repartos pequeños, los aforos de menor tamaño. Y mientras haya producciones que requieran una escena de manejo teatral o audiovisual, ahí se va a necesitar al técnico. De hecho, mi rubro es uno de los más fregados porque somos técnicos, somos artistas pero vivimos de la técnica. El danzante puede dar su taller on line, el músico sus presentaciones por streaming. Los técnicos vamos a tener que esperar un poco más.

Espero que esta experiencia sirva para unirnos como gremio, espero que los compañeros del teatro peruano nos unamos para volver fuertes y con una sola visión de futuro. Sin reparos de mezclar la política con el arte, porque a fin de cuentas no solo nos compete como ciudadanos sino que el quehacer artístico es sumamente político. En la escena internacional, en España, por ejemplo, un actor de fama mundial como Antonio Banderas ha liderado un movimiento de reflexión para todos los artistas escénicos de su país: está promoviendo una unificación de todo el sector, pero no solo con el objetivo de reclamar o pedir al Estado, sino sobre todo en términos de plantear propuestas a partir de esta organización, y como unidad buscar nuevas formas de salida, proponer soluciones desde la propia mirada de los artistas, lo cual es muy importante, ¿qué proponemos nosotros como unidad para resolver esta situación?, ¿qué salidas viables postulamos como artistas?

En Alemania, donde nace la filosofía mayor de occidente, hay una política primordial de protección con respecto a las industrias culturales, así ningún artista se encuentra desamparado económicamente en esta situación. El desarrollo cultural de un país como Alemania es un ejemplo para el manejo de la cultura en otros países. Eso es algo que aquí también debería aplicarse, pero es cuestión de mentalidad. Aquí recién está comenzando el proceso de implementar las industrias culturales, lo cual no me parece que esté mal, al contrario, el Estado debería protagonizar el cambio. Para no malbaratar los productos artísticos que mencionaba líneas arriba, por ejemplo, se podría adquirir la pieza de danza del bailarín, la obra de teatro del grupo tal o la productora tal: considero que la figura del Estado como principal patrocinador debería ser lo ideal.

Las mujeres y la técnica en las artes

A las chicas les diría que sigan este camino si es lo que les gusta. Siguiendo la línea de lo político, es importante señalar que se ha ganado mucho terreno gracias a la lucha feminista, en el campo de la técnica para las mujeres. Hace 20 años atrás era mucho más difícil. Ahora, en cambio, a diferencia de mis años universitarios, hay más mujeres que optan por una carrera técnica en las artes, veo cada vez más diseñadoras, escenógrafas, camarógrafas, técnicas, lo cual me alegra mucho.

Y así como hemos ganado terreno, también se tiene que ser consecuente. Creo que en los últimos años se viene demostrando que ha ganado el hecho de ser consecuente. Porque si este trabajo requiere que te subas a una escalera de dos metros y medio a colocar un tacho, pues lo haces, sin pedirle ayuda a nadie solo porque eres mujer. La carrera te exige esa destreza, esa fuerza, no hay opción de escudarse en una supuesta debilidad del género para hacer determinadas tareas. De eso no se trata el feminismo. Nuestra feminidad debe ser respetada primero por nosotras y después por el resto.  Felizmente, cada vez son más las mujeres que lo entienden así, y que en ese sentido son consecuentes con ellas mismas, con el movimiento y con su trabajo.

Carmenrosa Vargas Céspedes

Perú

Comunicadora con vocación hacia la investigación y docencia. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad de Lima. Es Magíster en Comunicación y Cultura y Máster en Publicidad y Propaganda, estudios de posgrado realizados en Brasil. También ha desarrollado estudios en el Doctorado en Filosofía de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Realizadora audiovisual con 20 años de experiencia, asimismo cuenta con 22 años de actividad en la práctica docente. Como directora de fotografía multimedial considera la luz como esencia de la imagen, fundamento visual y referente de comunicación. Ha realizado diseños de luces para decenas de montajes teatrales entre los que se encuentran La eternidad en tus ojosPiafÓperaZoológico de Cristal, El diario de Ana FrankMi querida neurosisBúfalos, etc.

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El diseño teatral: breve repaso histórico

Remberto Latorre

«Inventamos donde vivirán los personajes»

Saulo Benavente, escenógrafo argentino.

El escenógrafo —o, más ampliamente, el diseñador— es quien «grafica» la escena; es un inventor de lugares, personajes y atmósferas. Crea el entorno arquitectónico espacial, que integra la parte ambiental de una representación escénica. Define la caracterización física, social y sicológica de los personajes al crear su vestuario, el maquillaje y peinados. Y, muy importante, objetiva la atmósfera climática, de iluminación, en la evolución temporal del desarrollo dramático. Aporta la idea-imagen: el cuadro visual y su evolución dinámica que orienta la puesta en escena en su sentido último y esencial de significados.

El diseño escénico en Latinoamérica se manifiesta en lo precolombino básicamente en vestuarios y complementos utilitarios, tales como máscaras, adornos, armas, y cualquier variedad de objetos que ayuden al espectáculo ceremonial. Es destacable en estas comunidades la decidida participación del color como fundamento de la expresividad. En tales actividades de creación colectiva no existe conciencia —o memoria— del aporte individual, autoral, en el diseño.

En la etapa colonial, con sus manifestaciones de fiestas populares heredadas —vía España— de la tradición medieval europea, se da también lo colorido y vistoso. Sus formas escénicas de representar en teatros cerrados exigen cierto grado de iluminación artificial (por combustión, aceite, gas, electricidad, según su evolución), y también cierto grado de diseño escénico, pero muy elemental, carente de identificación historicista referida a la acción de las obras representadas. No han quedado mayores antecedentes de esta etapa del diseño, salvo algunas referencias literarias.

En los espectáculos aún se suele ver «decorados» que se realizan pictóricamente sobre rompimientos y fondos que definen el ámbito escénico, representando cualquier tipo de lugar (salones, interiores palaciegos, bosques, calles); los cuales son usados indiscriminadamente para variados tipos de obras, sin mayor preocupación por el contenido social e histórico de ellas. Esta manera de hacer escenográfica va a perdurar hasta inicios de la década de los ‘40 del siglo XX, momento en que aparece, por diversas influencias y circunstancias histórico-culturales, el modernismo escénico iniciado a fines del siglo XIX en Europa, y que en el siglo XX va a incorporar el importante elemento de la luminotecnia.

Hay registros fotográficos de los primeros treinta años teatrales del siglo XX, que sirven de rescate del proceso de diseño teatral espontáneo, marcado por el realismo costumbrista, y que no dejó mayor información sobre sus creadores. La forma de representar el espacio sigue siendo «pictórica», lo que se complementa con el mobiliario.

Por su parte, el nuevo arte del cine llega con imágenes visuales diferentes, en estructuras narrativas que compiten con el teatro; y muestra otra forma de ver la realidad. El teatro es en esencia una estructura comunicativa y como tal implica un esquema de respuestas, de reacciones. Existe correspondencia entre la situación dramática y la situación social. El arte se alimenta de toda la civilización de su época. A un país cultural e históricamente circunscrito al mundo occidental le resulta insatisfactorio un teatro que no obedece al ámbito de una civilización y cultura más avanzadas. La necesidad surge como un desajuste entre ser y contexto. La imagen visual que se entregaba en el teatro no correspondía a la necesidad de imágenes verosímiles que el nuevo medio socio-cultural requiere y expone.

Desde el punto de vista escenográfico, se puede constatar que hasta mediados del siglo XIX domina en el teatro occidental la escena formalmente barroca, caracterizada por decorados compuestos de rompimientos y fondos que representan perspectivas, de interiores o exteriores. El romanticismo mantiene tal disposición de diseños pintados, pero la perspectiva arquitectónica del barroco es reemplazada por una visión sentimental de la naturaleza.

La reforma del diseño escénico y de la estética del arte teatral comienza en 1870 con los trabajos del director y diseñador George II, Duque de Saxe-Meiningen, un pequeño principado alemán. Esta reforma consiste en el rechazo a la artificialidad de las puestas en escena, de los diseños pictóricos bidimensionales. El entorno escénico debe responder arquitectónicamente a la presencia y acción tridimensional-dinámica del actor.

En la última década del siglo XIX, el Realismo y el Naturalismo influyen en establecer el concepto de que el marco escénico o embocadura del teatro, que hasta entonces era el marco del cuadro pictórico, representa una imaginaria cuarta pared en la reproducción escénica de ambientes reales. Se pretende presentar una visión fotográfica del hombre y su entorno.

En el siglo XX se reacciona con un esfuerzo de recuperar la poesía de la visión teatral. Así nace el Simbolismo, que desea representar en la escena no una reproducción exacta de la vida sino su esencia. Es el escenógrafo suizo Adolphe Appia quien formula teórica y prácticamente esta nueva forma de ver el teatro. El Simbolismo refleja la interioridad del ser humano además de su relación con el entorno en que se mueve.

El Teatralismo, que rompe las barreras entre actores y público estableciendo una comunicación entre ambos, no solamente rechaza al Realismo selectivo o la simplificación de los simbolistas, sino que busca su inspiración en el espíritu de lo teatral —el teatro es teatro—, haciendo evidentes los recursos escénicos sin llevar a engaño. Edward Gordon Craig en Inglaterra, Robert Edmond Jones en Estados Unidos, Max Reinhardt en Alemania, Jacques Copeau y Louis Jouvet en Francia, y Vsévolod Meyerhold en Rusia, tienen como propósito revelar y proyectar la esencia interior en vez de una realidad externa, trabajando con la imaginación del auditorio sin pretender engañar, pero apelando a su emoción o a su inteligencia. Se habla de un arte teatral puro. Después de la Primera Guerra Mundial, surgen otras variadas formas de ver el mundo: el Expresionismo, el Surrealismo, el Futurismo, el Constructivismo. Se trata de la búsqueda de una libertad creadora.

La escenografía forma parte de la personalidad estructural de la obra. Es en la estructura teatral integral donde cada organismo debe ser percibido por sí mismo, al mismo tiempo que por el conjunto que constituye. La escenografía debe alcanzar esa condición de armonía que la haga inseparable del todo. Diseñar para el teatro, para la escena, es un arte especializado que tiene sus propias leyes. La utilización de la luz eléctrica ha significado un progreso técnico que va a colaborar de manera fundamental en el nuevo sentido plástico que apoya la «modernidad». La escenografía, en el teatro contemporáneo, penetra al núcleo mismo del drama y se convierte en parte orgánica del acontecer dramático.                      

Las instituciones llamadas a la renovación moderna son las universidades y otros centros culturales. Será un aporte cultural al país, renovador del teatro a partir de su dramaturgia, y siempre dependiente del lugar de la representación. Al sentido del espacio se suma la importancia del vestuario, según la época histórica; la iluminación, que determina las atmósferas, y todo otro «elemento teatral» necesario al espectáculo.

El sentido del espacio realista se desarrolla en escenarios «caja», incluyendo el «teatralismo» que hace presente que el teatro es «teatro», o sea, llama a mostrar la verdad de su artificio. Garantiza lo emblemático o metafórico que posee; selecciona lo expresivo y lo hace significante. El apoyo en el vestuario y maquillaje puede aportar el «enmascaramiento» que exagera rasgos para acentuar lo teatral y los contenidos; es el primer paso a lo que va a ser la característica más propia del posmodernismo de finales del siglo XX, en cuanto al diseño escénico. El «enmascaramiento» grotesco y expresionista de influencia centro europea y oriental, a partir de la intensificación en los maquillajes y revaloración del vestuario como «espectáculo», son elementos vigentes.

Se hace presente también, lo escueto y simplificado que otorga simbolismo y/o metáfora. Es importante recordar que el conjunto creativo de lo escénico-visual, determina la metáfora directriz que crea cada puesta en escena, referida al contenido total significante de la obra, a partir de la historia, su individualidad de acción y personajes. Es el punto de vista direccional de cada puesta en escena que informa, desde la visualidad y la acción, lo que cada época o realidad social-regional capta; y expresa un nuevo y personal punto de vista interpretativo de la obra que se muestra, dependiente también de las capacidades creativas de los diversos intérpretes que intervienen, relacionándolo con la nueva realidad que se vive en cada nuevo tiempo que se vive. De ahí la importancia que la dirección, los actores y equipo de diseño aporta a la originalidad y metáfora interpretativa.

Las obras importantes que permanecen en el tiempo permiten nuevas y variadas interpretaciones, según los cambios histórico-sociales que se viven. Por ejemplo, Hamlet y sus contenidos son vistos de manera diferente en cada nuevo período histórico; y según cada grupo interpretativo diferente, en una misma época; expresándose según las nuevas realidades históricas y técnicas que evolucionan, el espacio escénico de que se dispone, y el cambio de los estilos en permanente evolución; estilos que dependen también de los materiales de que se dispone.

Según mi experiencia, me parecieron innovadoras en el teatro del Perú, las propuestas escénicas de Marat/Sade (expresionismo épico, 1968); El cruce sobre el Niágara, de Alonso Alegría (esencialismo-síntesis, 1969); y La Alondra (realismo épico, 2017).

Remberto Latorre

Chile

Diseñador teatral, dramaturgo, docente e investigador. Ha ejercido como profesor titular de la Universidad de Chile, y como profesor invitado en la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático y en el Teatro Universitario de San Marcos (Perú). Ha publicado diversas obras teatrales, algunas de las cuales han sido galardonadas en concursos y estrenadas en Chile, Perú y EE.UU.; el eje temático de la mayoría de su teatro gira en torno a la historia y la geografía de América. Es autor de varias novelas, así como de los libros Historia del Teatro Contemporáneo, de la Ilustración a la Posmodernidad (2014), Historia del Teatro Latinoamericano, desde el período precolombino al siglo XX (2016).

remberto.lat@vtr.net

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“Clandestino: capítulo cero” se estrena en el FAE Lima 2021

Obra escrita y dirigida por Eduardo Ramos y Herbert Corimanya fusiona el teatro y el lenguaje cinematográfico en un acto de denuncia clandestina

Frente a una situación tan arrolladora como la que vivimos actualmente a causa de la pandemia global, luego de asimilar el dolor de las infinitas muertes y del sacrifico diario que realiza el personal de salud combatiendo en primera línea todavía sin vacunas, uno como ciudadano de a pie dirige su mirada y su frustración hacia arriba, hacia quienes mueven los hilos, y la palabra “indignación” queda corta ante la indiferencia y desidia que la mayoría de los gobernantes prodigan a manos llenas sobre el pesar de los menos favorecidos. Las palabras quedan cortas y uno quisiera gritar, romper, quemarlo todo a manera de reclamo. Pero no lo hace. Por razones que muy bien sabemos.

Sin embargo, la magia del arte escénico nos brinda una posibilidad, una salida. Es así que un nuevo clan ha surgido para darle voz a ese espíritu de denuncia que habita en cada uno de nosotros, quizás hoy más encendido que nunca.

“Desde la clandestinidad, tres personajes denuncian la corrupción, el abandono, la crisis política y social de su país. Ellos no mencionarán su identidad, no se mostrarán. Están enmascarados por protección, por seguridad, ya que los quieren silenciar”, nos comenta Herbert Corimanya, uno de los dramaturgos y directores de la obra.

Proyecto seleccionado

Cl4n_D35t1n0: capítulo cero fue una de las tres obras inéditas seleccionas en la convocatoria de Creación Escénica del FAE Lima 2021. El festival premió las propuestas que consideró innovadoras ante el contexto actual, y también participa como coproductor de las mismas. Las otras obras seleccionadas fueron Varado, escrita por el exministro de cultura Salvador del Solar y dirigida por Norma Martínez, y 2021: Violeta y los reptilianos, dirigida por Ernesto Barraza y Diego Otero.

Profesor Nuñez 1

Artes escénicas y lenguaje cinematográfico

Ahora que los hogares se han convertido en salas de teatro y de cine a la medida, Cl4n_D35t1n0 se plantea como un proyecto transmedia que pretende llegar a tener una serie virtual disponible solo por temporadas, conservando la esencia efímera del teatro. Al respecto, Eduardo Ramos, también dramaturgo y director de la obra, nos comenta:

“Lo que hicimos fue mezclar dos formatos: el audiovisual, con una línea de tratamiento bien cinematográfico y con partes de documental y ficción; y lo escénico virtual. Creemos que unir estos dos formatos era importante para poder presentar la historia. Lo que van a ver en el FAE es una parte de la historia Clandestino, por eso lleva el nombre ‘capítulo cero’. El concepto es mucho más grande, tenemos la intención —además que es un proyecto transmedia— de hacer intervenir al público dentro de la historia, presentando un canal de testimonios con las denuncias que el mismo público podría dejar mediante una página web que vamos a empezar a habilitar”.

Por el momento, después de esta primera entrega o “capítulo cero”, se podrá interactuar en las redes de la obra (Instagram, Facebook y Twitter, @soyclandestin0), dejando algún testimonio de denuncia en formato de texto o video, siempre y cuando no se revele la identidad y se use una máscara, como hacen los personajes.

Propuesta escénica

Además de la incorporación del uso de máscaras para mantener el anonimato de sus personajes, Cl4n_D35t1n0: capítulo cero maneja un planteamiento espacial que aprovecha las circunstancias del distanciamiento social para llevar al espectador, a través de la virtualidad, a dar una mirada a la calle y los espacios urbanos que habitan sus personajes. Un peculiar uso del espacio abierto y el espacio cerrado.

Con este marco, serán tres los monólogos de denuncia desde la clandestinidad, que desplegarán una fuerte crítica social al sistema de salud pública, a la depredación medioambiental y la desigualdad de oportunidades. Por otro lado, hay una mujer transgénero que se configura en nada menos que una misteriosa jefa; y por último, el país, tan lleno de carencias y sin voz, tendrá una representación física en El Heraldo, personaje mudo que se comunica a través de lenguaje de señas. Si bien la historia se sitúa en las calles de Lima, las situaciones que retrata tienen validez no solo en el Perú, sino en toda Latinoamérica.

“Clandestino se alimentó de la coyuntura misma que hemos venido observando, y se alimentará de los testimonios y de la misma coyuntura en la que seguiremos estando. Nosotros esperamos, así como en la misma historia lo decimos, que todo esto cambie. Para eso se ha unido este clan”, finaliza Eduardo Ramos.

Fotografía de Oscar Zemarti

Estreno y más funciones

El estreno de Cl4n_D35t1n0: capítulo cero, transmitido en vivo a nivel mundial, será este sábado 06 de marzo a las 7:00pm (Hora Perú, GMT-5). Las entradas pueden comprarse desde la página web del FAE Lima a través de este enlace: https://www.faelima.com/entradas2021/, a solo 15 soles. Para hacer la compra y para ver la obra se debe tener una cuenta en Joinnus (la cual se crea con un correo electrónico). Una segunda y última función en vivo se realizará el día miércoles 10 de marzo a las 05:30pm.

ELENCO: Eduardo Ramos, Herbert Corimanya, Aníbal Lozano, Renato Rueda.

ACTRIZ INVITADA: Marina Kapoor.

Más información: www.faelima.com

Los directores y dramaturgos de Cl4n_D35t1n0: capítulo cero

Eduardo Ramos

Egresado del Taller de Formación Actoral de Roberto Ángeles y bachiller en Actuación por la Escuela Nacional Superior de Arte Dramático de Perú (ENSAD), donde es docente. Como autor y director ha dirigido Ligia en Ciudad Gris, La cábala, La caja, Paquí pallá, Loco Paradero, Salvador. En audiovisuales ha sido coguionista y codirector del cortometraje Frena; y director, guionista y actor de La secta. Asimismo, es productor ejecutivo en la compañía teatral Cohete Loco.

Fotografía de Oscar Zemarti

Herbert Corimanya

Actor, director y gestor cultural de la agrupación Butaca, Arte & Comunicación. Como actor ha participado en obras como Cachorro está pedido (Premio Nueva Dramaturgia Peruana 2016) y Un misterio, una pasión, con la dirección de Aldo Miyashiro. En cine formó parte de los elencos protagónicos de El soñador, Django, sangre de mi sangre, La hora final, entre otras. Ha escrito y dirigido las obras familiares El rey de las azoteas, Hojaseca y Fabulantes; además, las obras breves El otro cielo, Loco por Sharon y Regular irregular. En la virtualidad ha escrito y dirigido Autopsia y El artefacto.

Fotografía de Oscar Zemarti

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Diálogos 4 Testimonios

“La plástica vino a salvarme”
Entrevista a Juan Sebastián Domínguez

Desde hace algunos años, uno de los diseñadores más queridos y apreciados de la escena local limeña es Juan Sebastián Domínguez. Nacido en Cádiz, España, su quehacer versátil como diseñador de escenografía, luces y vestuario ha traspasado convincentemente las fronteras, revelándonos una plástica particular que sostiene propuestas de diversa índole: desde puestas en escena minimalistas hasta parques temáticos de gran factura. Una desenvoltura que posiblemente se origina en su temprana atracción por todo lo que implica la práctica de hacer teatro. Lo cierto es que haberse inscrito de lleno a ese trabajo constante le hizo encontrar en el diseño y la plástica teatral su lugar ideal como creador. Conversamos por teléfono sobre sus años de formación, sus procesos creativos, sus diseños, la pandemia y mucho más que se puso de manifiesto, como la irrenunciable pasión por el teatro.

¿Tu quehacer teatral es anterior o posterior a la elección de una carrera como Filología Hispánica?

Pues es bastante anterior. De pequeño sí que era espectador, mi padre me llevaba mucho al teatro de títeres y cosas así. Y realmente fue en la época de la secundaria, gracias a un profesor de educación física, uno de estos profesores que te cambia la vida. Su clase no era la típica clase para hacer deporte o hacer ejercicios, sino que nos enseñaba baile, coreografía, acrobacia y una vez pues nos enseñó teatro, dio todo un semestre de teatro y ahí fue cuando me enganchó, directamente, ahí fue cuando vi que me gustaba. Con 15 o 16 años ya estaba en grupos de teatro aficionado y creé mi propio grupo donde escribía, diseñaba, dirigía, actuaba, hacía de todo, y a partir de ahí fui entrando en grupos más profesionales. Cuando terminé de estudiar el bachillerato tenía que ir a la universidad, pero la ciudad de donde soy —yo soy de Cádiz, del sur de Andalucía— pues no tiene ningún estudio escénico, no hay escuelas de arte dramático. Entonces, la única opción para estudiar una carrera universitaria, que me podía permitir económicamente por mis padres, era Filología.

Hice Filología Hispánica, a parte porque me gustaba, porque así podía estudiar todas las asignaturas que hablaban de teatro. Tú podías especializarte más en lingüística o en semántica, entonces lo que yo hice fue especializarme en Teatro del Siglo XX. Fue una forma de tener una carrera universitaria que al mismo tiempo estuviera relacionada con lo que realmente me gustaba, que era el teatro.

Y otra de las cosas que también me influyó mucho fue el Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz, el FIT, que nos permitía en una ciudad tan pequeña como la mía que una vez al año viniesen compañías de toda Latinoamérica, con esos lenguajes tan diferentes, con esa forma de entender el teatro, con esas propuestas estéticas, escénicas, que claro para mí eso era… ¡de repente te explota el cerebro! El FIT también fue una forma de ver, de conocer, de aprender. Entonces, ya con 17 y 18 años, mientras estaba estudiando Filología, aprovechaba para verlo todo, todo lo que llegaba a Cádiz me lo veía, si podía echaba una mano en utilería, si hacía falta figuración me ofrecía para hacer figuración, trataba de estar lo más conectado posible porque, ya te digo, que no había dónde estudiar nada relacionado con el teatro en mi ciudad a no ser que fuese eso.

¿Y cómo fue que tu vocación se dirigió hacia la plástica hasta estudiar Escenografía en Madrid?

Creo que fue como una especie de selección natural. Al principio lo hacía todo por pura necesidad y por pura ansiedad de querer hacerlo todo, con la irresponsabilidad de cuando eres tan joven. También es cierto que en estos grupos amateur o semiprofesionales tenías que hacer de todo, construías la escenografía, hacías vestuario, llegabas a la ciudad y montabas luces por la mañana, para después actuar por la tarde, o sea hacías un poco de todo. Antes de irme a Madrid estuve en Sevilla y en Málaga trabajando ya como diseñador, y poco a poco me fui dando cuenta que realmente la parte que a mí me gustaba era esa. Cuando di el salto a Madrid fue cuando dije “a ver, o interpretación o dirección o escenografía que es lo que más me gusta”, y dije “escenografía”. Me presenté a las pruebas de la RESAD, entré y hasta hoy.

Coméntanos un poco sobre tu proceso de formación en Madrid, ¿cómo se encontraba el teatro en ese momento a nivel de escuelas?

En ese momento en Madrid, como aparecieron las cadenas privadas de televisión en España y se empezó a hacer mucha ficción juvenil, series que hablaban de institutos y de la vida secundaria, pues hubo un boom sobre todo a nivel de escuelas de interpretación.

En lo que tiene que ver más con la plástica, en cambio, solo estaba la RESAD, que era la escuela oficial del Ministerio de Educación. A parte también estaba el Centro de Tecnología del Espectáculo que realmente forma a técnicos del espectáculo, es decir a sastres, carpinteros escénicos, pintores, electricistas, etc. Entonces, tenías esas dos opciones, la parte más técnica o la parte más teórica y de creación que era la RESAD. Yo venía principalmente de la práctica, de trabajar en todo, o sea desde colgar focos para hacer iluminación a construir escenografía, por eso tuve a la RESAD como primera opción para realmente aprender el oficio, y aprovechaba  mucho los talleres y cursos que ofrecía el Centro de Tecnología para seguir formándome como técnico. Al final, fui como metiendo mucha información en la mochila.

Tuve la suerte que en la escuela había profesores en actividad, que tenían una plástica bastante interesante. Y uno de los maestros más emblemáticos fue sin duda Paco Nieva, escenógrafo, autor de teatro y mucho más, que conocí precisamente en Filología a través de la literatura. Me captó la atención que en todas las ediciones de sus obras de teatro incluía figurines, bocetos de escenografía; revisaba su obra dramática y decía “qué interesante es este señor, lo que hace, encima escribe y diseña sus propios espectáculos, a veces los dirige también”, que era un poco lo que yo tenía en la cabeza en aquel momento de “quiero hacerlo todo”. Entonces, cuando llegué a Madrid, Paco ya no daba clases en la escuela porque ya estaba muy mayor, pero sí que pude conocerlo con el tiempo, siempre fue un referente de creativo de las artes escénicas que cumplía un poco todo: pintaba, dibujaba, diseñaba, dirigía, escribía…

Mesa de trabajo o “cocina creativa” del diseñador de escenografía, luces y vestuario Juan Sebastián Domínguez. Fotografías de su archivo personal.

Dentro de la plástica teatral te desempeñas en varios rubros: diseño de escenografía, diseño de luces y de vestuario, ¿cuál fue el rubro específico en el que se realizaron tus primeros trabajos a nivel profesional?

Pues mi proyecto final de carrera era una ópera barroca donde hacía escenografía y vestuario. Antes de terminar el semestre me puse en contacto con Curro Carreres, un director de escena de ópera. Le presenté el proyecto y le gustó tanto que al año siguiente lo estrenamos en el Teatro Arriaga de Bilbao. Entonces ese fue como mi primer salto al mundo profesional, o sea antes de terminar la carrera, con esa ópera donde hacía las dos cosas. A partir de ahí no tengo una línea clara de solo escenografía o solo vestuario o solo iluminación, me siento cómodo en cualquier disciplina, supongo por todo lo que se lleva en la mochila de conocimiento, de tantos años trabajando y demás. A veces me llaman solo para una cosa, a veces empiezo una y al final termino haciéndolo todo. En ese sentido no tengo una predilección. Hay compañeros, por ejemplo, que odian el vestuario y solo hacen escenografía, o al contrario. En mi caso me gusta todo y lo abarco todo si puedo.

Si bien te gusta todo con respecto a la plástica teatral, de alguna de estas tres disciplinas que bien manejas tú, ¿hay alguna que sea tu preferida?

Es que depende tanto, es una pregunta difícil. Si es para danza, por ejemplo, evidentemente luces y vestuario porque en danza la escenografía casi no existe o es muy anecdótica; si es ópera, escenografía; si es teatro de texto… Depende mucho, la verdad, es complicado decidirse, si puedo no elegir me quedo con todo (risas).

También es cierto que los directores ya te conocen, saben qué línea manejas más, y muchas veces te llaman siempre para vestuario porque les gusta tu estética, tu forma de verlo, la forma que tienes de trabajar o lo que sea, o te llaman directamente solo para escenografía. Muchas veces ya no depende de lo que a ti te gusta, sino de lo que los directores demanden de ti; si bien es cierto que al final es bueno tener distintas cartas en la mano para que el director pueda elegir, mientras menos cartas tengas pues más limitas tu capacidad de trabajo.

En tu trabajo, como precisamente las materialidades de la plástica son diferentes, los procesos de creación también lo son. Pero en tu caso, más allá de estas diferencias, ¿encuentras alguna línea que defina tu forma de trabajar al momento de crear, quizás una metodología?

Pues sí, para mí el texto es fundamental. Leerlo, analizarlo, releerlo cuarenta mil veces si hace falta, porque creo que en el texto es donde está la esencia de prácticamente todo, de lo que la obra quiere contar, de las intenciones. Para mí es fundamental trabajar a partir de la palabra, para cualquier disciplina, vestuario o lo que sea.

Cuando hago vestuario también es fundamental ver a los actores, ver el físico del actor, y escuchar al actor diciendo ese texto, cómo lo dice y demás. Creo que antes de diseñar es imprescindible conocer la fisonomía de quienes van a interpretar a esos personajes, porque muchas veces, mientras estás leyendo el texto o lo estás analizando, te creas una imagen de ese personaje y cuando ves al actor por primera vez a lo mejor físicamente no tiene nada que ver, y te cambia toda la propuesta.

Para mí esos dos puntos de arranque son importantes, la palabra y el actor.

¿Entonces crees que tu formación académica en letras, por tus estudios en Filología, ha sido importante para desarrollar tu lado creativo?

Por la Filología me baso mucho en el texto, esa parte sí que me ha venido muy bien, para hacer análisis de texto y también porque te da cierto bagaje cultural de quiénes son los autores y las épocas en las que han vivido.

Entonces, yo creo que sí, que ha aportado, que ha sido una herramienta más que me ayuda a completar todo este proceso, pero igual que la pintura, igual que el dibujo o aplicar nuevas tecnologías, creo que al final todo suma. Un escenógrafo o alguien que se quiera dedicar a la plástica escénica, o a interpretación, tiene que ser alguien que esté constantemente aprendiendo, investigando y no quedándose en lo puramente académico de la escuela.

Es decir, haces tus cuatro o cinco años de carrera, tienes tu titulación y ya has terminado, eso es mentira. Nunca terminas de aprender, jamás. Y cuanto más curiosidad tengas, cuanto más cosas quieras conocer, y cuanto más tengas ese espíritu inquieto de saber, mejor va a ser para ti, más herramientas vas a tener para trabajar, para diseñar, para defenderte en nuestra profesión y más. Creo que es fundamental eso, el no perder el espíritu de aprender y conocer.

A mí me tocó, por ejemplo, aprender sobre la videoescena y el mundo digital por otro lado, fuera de la escuela, pues en mi época no lo tocabas tanto porque no estaba tan presente en los escenarios. Ahora es muy necesario digitalizar los trabajos, diseñar en tres dimensiones, poder hacer un render rápido y enviárselo a una persona que está al otro lado del mundo porque lo necesita para esa misma tarde. Es así, cuantas más herramientas conozcas mejor va a ser tu oficio.

Planos y escenografía de Billy Elliot El musical, montaje de Los Productores, 2018. Fotografías de archivo personal.

Y después de tantos años de carrera, ¿consideras que tu plástica ya ha adquirido un estilo, entendiendo el estilo como esa huella que hace identificable la obra de un artista?

Pues no lo sé… no sé si todavía lo he conseguido. De hecho, creo que el estilo de cada uno evoluciona con el tiempo y con la edad, no es lo mismo ahora que ya cumplí 46 que cuando tenía 26. Sí que es verdad que un día hablando con unos compañeros precisamente allá en Lima, me dijeron “es que esto es muy tú”, “Cristian, pero cómo, ¿cómo que es muy yo?”, “sí, sí, sí, este diseño, es que es tú”. Me sorprendió mucho. Y me pasó también justo lo contrario, en un proyecto para el Centro Cultural de la Universidad del Pacífico que no se llegó a realizar. Me habían pedido una cosa, mandé el boceto y me dijeron “es que no se parece nada a ti”, y yo dije “¿cómo?”.

Ahí empecé a darme cuenta de que hay una serie de cosas que repito mucho, el uso de la línea recta, el cuadrado, como formas geométricas básicas, una serie de elementos que están muy presentes en los diseños y no sé si podríamos llamarlo como estilo, porque creo que todavía me queda mucho para tener una marca propia, pero sí es verdad que haciendo una vista general, panorámica, de todo mi trabajo, sí que se ven algunos elementos que coinciden o composiciones escénicas que son muy parecidas. A ver, no voy a decir que soy minimalista pero sí me gustan mucho los espacios vacíos, o los espacios donde los elementos están ahí porque tienen que estar ahí sí o sí, no me gusta lo decorativo, no me gusta el hiperrealismo que intenta imitar al cine, porque para eso está el cine, el teatro es otra cosa.

Entonces, sí, hay una serie de códigos que se repiten bastante en mi obra, y que bueno, que podríamos llamarlo estilo, yo encantado de la vida (risas). Pero bueno, supongo que son estilos de ahora, dentro de diez años pues habrá cambiado.

Puesta en escena de Karamazov, escrita y dirigida por Mariana de Althaus. Producción del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico, 2014. Fotografías de Paola Vera.

Dentro de lo realizado hasta ahora, ¿qué obras han marcado tu carrera?

Hay varia piezas que son como mis hijos favoritos. De Lima, por ejemplo, Los hermanos Karamazov, una obra que dirigió Mariana de Althaus y la primera obra que hice en Lima.  Aquello era una estructura enorme hecha con maderas recicladas. Para mí ese montaje fue importante porque fue como mi carta de presentación en Perú. Después, Billy Eliot, que tenía un diseño de escenografía bastante complejo, y por cuya realización me siento muy orgulloso. El padre también es otra de las piezas que me gusta mucho. Esa estética que es la que me gusta trabajar, en el caso de El padre estaba muy presente: un espacio despejado, limpio, lo decorativo reducido a la mínima expresión; allí también diseñé todo el mobiliario de la casa, las sillas eran líneas rectas, ángulos perfectos, todo negro o blanco; en ese sentido, la obra me representa mucho.

Y aquí en España, por ejemplo, hay una obra llamada Jardiel, un escritor de ida y vuelta, donde hice el vestuario, que para mí es el top, o uno de los top, digamos, de mi creación aquí. Era una obra muy difícil, con muchísimos personajes y cambios de vestuario. Entonces, el director Ernesto Caballero me dio carta blanca absoluta, me dijo “eres libre de hacer el diseño que quieras, como lo quieras, con el presupuesto que quieras. Me despido de ti, confío en tu criterio”. Fue una oportunidad de jugar a nivel de creatividad, sobre todo porque últimamente se están haciendo obras de pocos personajes, con un cambio o dos; no hay esa posibilidad que tenía el teatro antiguo o de otras épocas, donde veías veinte actores en escena que se cambian siete veces de vestuario. Con este texto surgió esa posibilidad y de hecho se hizo mucho énfasis en el vestuario, precisamente porque la obra así lo exigía.

Y después también hay piezas de pequeño formato de las que yo me siento muy orgulloso. Con Alberto Ísola hicimos en El Olivar la obra Este hijo, que también me representa mucho en cuanto a lo que hablábamos de mi estética o mi sello, porque tiene esa cosa minimalista, líneas rectas, y el hecho de jugar con las luces. A mí me gusta mucho introducir luces en la propia escenografía y sobre todo, más que los espacios que ilustran, me gustan mucho los espacios que sugieren, donde el espectador termina de completar la imagen, yo solo doy herramientas, doy elementos, y después cada espectador en su butaca, en su cabeza, termina de completar esa imagen. Este hijo tenía un poco ese componente, o incluso PulmonesPulmones era una pieza donde prácticamente no hay nada de escenografía, el vestuario parece que no es nada, que los actores vienen de la calle vestidos así, y fue todo lo contrario, fue todo un proceso, con Norma Martínez, Fiorella Pennano y Renato Rueda, para buscar esa “estética de la nada”. Parece que es una pieza donde estoy en contra de mi propio trabajo, porque no hay nada, solo hay un masking tape que marca el suelo y ya está, pero…

Pero es muy difícil ser simple ¿no?

Claro, ser simple y aparte estar intencionado. Hasta llegar a esa simplicidad para el montaje, hubo mucho trabajo detrás, mucha conversación y mucho diálogo. Mucha discusión también porque,  por lo general, el texto siempre te pide meter algo más, y era justo lo contrario: no vamos a añadir, vamos a ir a lo mínimo, a solo dos actores en el espacio contando una historia. Entonces, ese trabajo también es interesante, no es el más espectacular, como puede ser Pantaleón o Billy Eliot, pero sí que es especial precisamente por lo contrario, por cómo llegar con tan poquita cosa a contar tanto.

Pulmones, del autor británico Duncan Macmillan, con la dirección de Norma Martínez. Estreno: Teatro de la Alianza Francesa, 2018. Fotografías de Alexander Pérez Flores.

En la obra El padre, esto de hacer móviles los escenarios ¿estaba en el libreto, se llegó a esa conclusión con el director?, ¿cómo fue el proceso?

En el texto no viene como tal la indicación de que la escenografía tiene que desaparecer. Se cuenta el problema del Alzheimer que tiene el protagonista, que va perdiendo la memoria. La obra termina en la habitación del hospital donde solo está la cama, y él está solo y descalzo. Me impactó muchísimo esa imagen, que fue la que empecé a trabajar para explicarle al director Juan Carlos Fisher la propuesta: por qué no presentamos la casa, que es lo que se espera todo el mundo, la casa donde él vive, con las habitaciones, los muebles y todo, y a medida que pasa el tiempo, esa casa va desapareciendo igual que desaparecen sus recuerdos. Me parecía una forma poética de reflejar esa pérdida de la memoria, de reflejar qué estaba pasando en la cabeza de este señor. Entonces, ese fue un poco el argumento que estuvimos trabajando.

Y sobre todo se generó a partir de algo que yo hablaba con Fisher, ¿el olvido de qué color es? Es algo que me gusta mucho hacer en los talleres que doy, jugar a asociar colores con cosas que en sí no tienen colores. Al principio tú dirás que el olvido va a ser negro, por la oscuridad quizás. ¿Y por qué no es blanco? ¿Por qué el olvido no es blanco? Porque cuando estás en un infinito blanco no ves dónde termina el borde, no hay un borde, no hay un límite, no diferencias lo que es suelo de techo. Entonces, para mí el olvido, el Alzheimer, lo que tiene este señor, es una superficie blanca donde se van difuminando todos los límites y todas las aristas.

A partir de ahí fuimos generando este universo, haciendo desaparecer elementos de la propia escenografía. Trucamos las cosas para que puedan desaparecer, qué puerta se abre, qué puerta ya no va a estar; creamos una coreografía de movimientos con todos los asistentes de escena para que en tres segundos puedan entrar y sacar una silla, o quitar los cuadros o hacer que desaparezca el sofá. Fue muy bonito porque tenía que estar coordinado como una coreografía de danza para que todo encajase y funcionase, de forma que al final la imagen que tenemos de este señor enfermo de Alzheimer, solo en la habitación del hospital, es tremenda. Pero claro, creo que era lo que teníamos que conseguir, que el espacio se quedase vacío al igual que estaba su cabeza, que lo había perdido todo.

¿Trabajas frecuentemente a partir de darle una carga sicológica a los colores?

Sí, eso siempre está, a veces para aprovecharlo con el contenido que todos conocemos, y a veces para darle la vuelta y desmontar. Hay cosas muy reconocibles como “la pasión es rojo”, pero qué pasa si en lugar de rojo es verde porque es una pasión que tiene que ver más con la lujuria, quizás. A mí me gusta mucho jugar con los códigos. Hay códigos que están preestablecidos y que el público conoce de primera mano, pero qué pasa si le das la vuelta a ese código, a lo mejor te cuenta otra cosa completamente diferente y te enriquece la propuesta. Entonces, creo que es importante también jugar a eso, conocerlo para después desmontarlo y hacerlo tuyo.

El padre, obra del autor francés Florian Zeller, traducida y adaptada al español por Fernando Masllorens y Federico González del Pino. Dirección de Juan Carlos Fisher. Teatro La Plaza, 2017. Fotos: cortesía de Teatro La Plaza.

¿Y en algún momento de tu carrera has llegado a sentirte un poco abrumado por algún proyecto que era bastante ambicioso?

Todos los proyectos tienen una fase de pánico, hasta el más sencillo. Aunque tú te creas que ya llevas mucho tiempo haciendo cosas, eso es mentira, en cada proyecto vuelves a empezar de cero, la única diferencia es que ya viene detrás una mochila con mucha información. No hay fórmulas ni plantillas, entonces, esa parte de pánico a la hoja en blanco existe. Pero es verdad que una vez que arrancas ya la propia inercia del trabajo te va llevando, y vas creando y vas en más.

He trabajado en proyectos grandes como 33 El Musical, donde hice el vestuario, un musical de gran formato con muchísimos cantantes, bailarines y actores en escena, y con muchos cambios de vestuario; lo que implicó casi ocho meses de trabajo para construir toda esa cantidad de burras llenas de ropa para la figuración, para los soldados, para todo. Entonces, no es tanto que te abrume porque te de miedo sino porque al final estás dedicándole mucho tiempo a una producción que es gigantesca, por el volumen de trabajo, y que te exige tener un máximo control de todo y también organización, que es fundamental.

Otro proyecto que tomó un año de dedicación fue el diseño del parque temático para el espectáculo El sueño de Toledo. Allí todo está construido desde cero, no había nada, era un terreno, un trozo de campo en mitad de La Mancha, nada más. Nos pasaron el libreto de lo que querían contar y cómo lo querían contar, y a partir de ahí se creó un inmenso decorado hecho con materiales resistentes, con ladrillos y con piedras a tamaño real, con un lago artificial porque parte de la escenografía surge de debajo del agua, o sea es una barbaridad.

Lo que hicimos fue hacer una investigación sobre la arquitectura de la ciudad de Toledo, con miles de fotografías a edificios, a piedras, para ver la forma, el color, la textura que tenían, y a partir de ahí hicimos una especie de style line de la ciudad para recrearla ficcionalmente en el parque, con la muralla a tamaño real, el puente, los castillos que se ven al fondo; hay un armazón de metal debajo, pero delante hay un mortero tallado a mano y después pintado, para recrear las piedras y todo. Es decir, no deja de ser un decorado pero es un decorado que está pensado para el aire libre, para que dure 20 o 30 años, y para el show en sí, que es un show de 70 minutos de duración, 200 actores en escena, con una escenografía enorme que tiene casi 200 metros de largo por 40 de alto, fue una locura…

¿Y cuál es tu opinión con respecto a la pandemia? El escritor francés Michel Houellebecq, por ejemplo, siguiendo su tendencia de pesimismo, publicó una carta donde opinaba que después de la cuarentena todo iba a ser igual, e incluso peor. ¿Tú qué crees?

Yo soy bastante positivo en ese sentido, no creo que vayamos a peor. Es verdad que la tendencia de la humanidad es ir cada vez peor pero yo creo que esto que ha pasado ha sido una llamada de atención bastante potente, tanto que es a nivel mundial. El ser humano se creía invencible y al final el bichito más pequeño y más insignificante del mundo nos ha hecho tambalear todos los cimientos de la sociedad contemporánea. Creo que deberíamos aprender un poco de eso.

Una de las cosas positivas que ha traído la pandemia es que se ha creado un movimiento colectivo de vecinos, de gente que se ayuda, gente que sabe que en el bloque donde vive hay personas mayores que no pueden salir a la calle y se ofrecen para ir a hacerles la compra, a bajarles la basura, entonces hay pequeños gestos, en ese sentido, que a mí me llevan a pensar que algo está cambiando. El problema es que después las instituciones, los políticos, son los que tienen que recoger estos gestos y tomar cartas en el asunto para crear una sociedad mejor.

Y el mundo entero darse cuenta de que no puede vivir aislado. Tenemos que aprovechar de esta globalidad no solo lo malo sino también lo bueno. Lo que pasó en China en pocos meses se ha extendido por el mundo; pero si aquí en España hay una escasez de material sanitario, también debería suceder que otro país con algún excedente se lo envíe. O sea, apoyarse, lo mismo que se está haciendo entre vecinos de casa, que los países puedan también apoyarse entre unos y otros. Entonces, yo quiero ser optimista y quiero pensar que lo que está pasando va a servir para que reflexionemos un poco.

Y a nivel de las artes escénicas, pues evidentemente esto va a cambiar. Es una situación complicada que va a costar mucho salir de ella, sobre todo volver a esa normalidad de poder ir a un teatro, juntarse con 100, 200 personas, o 3 mil en un estadio, eso va a costar trabajo, pero yo creo que lo conseguiremos. Tarde o temprano volveremos a esa normalidad que teníamos antes y espero que sepamos apreciarla, igual que ahora apreciamos los abrazos que no podemos dar. También espero que la sociedad aprecie toda esa cultura que ahora mismo se está distribuyendo tanto por redes. Creo que es importante que se le dé el valor que tiene. Gracias a que existe esa cultura y que se está distribuyendo en tiempos difíciles como este, toda esta situación se lleva un poquito mejor. Espero que cuando todo esto pase, la sociedad sepa apreciar el valor de la cultura.

Además de tu carrera creativa, también te has desempeñado en la docencia, ¿qué le dirías a tus alumnos en un momento tan complicado para las artes escénicas?

Pues que sencillamente son tiempos complicados, son tiempos difíciles, pero que la cultura y el teatro han vivido en una crisis constante, siempre. El teatro ha sido siempre un “enfermo imaginario” como dice Moliere, pero siempre ha salido adelante. Estos son tiempos donde la formación es el mejor aliado. Si vamos a pasar mucho tiempo en casa porque no podemos salir, pues hay que aprovecharlo para aprender, para leer, para conocer, ahora que se nos presenta esta oportunidad de ver tanto teatro nacional e internacional por las redes, pues es el mejor momento para aprovecharlo y sentarte dos hora a ver una obra de Ostermeyer, por ejemplo.  Entonces, yo creo que el consejo que les daría es ese, aprovecha el tiempo, porque cuando todo esto pase, que pasará, evidentemente, tenemos que estar preparados para todo y el que esté preparado es el que se va a quedar.

Eso me recuerda algo que comentó un maestro hace muchos años: tú no escoges al teatro, es el teatro el que te escoge a ti.

Sí, totalmente de acuerdo. De hecho a mí el teatro me escogió y nunca me dejó salir (risas). Y ni quiero que me deje salir. Fíjate, tuve una época de duda cuando hacía interpretación porque no me gustaba la interpretación entendida desde el sufrimiento. En las primeras compañías donde empecé a participar como actor en los montajes, trabajábamos mucho desde la introspección, desde esta cosa de Stanislavski, de búsqueda personal, desde la búsqueda del dolor. Entonces, a mí como ser humano me provocaba muchos conflictos, porque no me gustaba trabajar desde ahí, necesitaba encontrar otro sistema de interpretación que no sea desde ahí. Por eso tuve un momento de flaqueza, de decir “lo voy a dejar, creo que esto no es lo mío”.  Pero yo creo que ahí es donde vino la plástica a salvarme, a decirme “no, no, lo tuyo es el teatro, lo que pasa es que ahora mismo estás poniendo los ojos donde no es, más bien tienes que girar el aparato para darte cuenta de que tu foco realmente donde está es en la plástica”.

La plástica vendría a ser un espacio donde no hay dolor, digamos…

Podríamos decir que sí, porque lo que hay es juego. Y en interpretación también, con el tiempo empecé a conocer el claun, la máscara contemporánea, el teatro más gestual, y me di cuenta de que no todo era Stanislavski, dolor, sino que hay otras formas de enfrentarte a los personajes que tienen que ver mucho más con el juego, que es algo que me persigue mucho en la carrera. Es decir, yo trabajo lo que es jugar, para mí tiene que ser una redención, me tengo que divertir haciendo mis trabajos, aunque sea un drama y aunque sea la tragedia más grande del mundo, yo tengo que disfrutar y tengo que jugar, con mi maqueta, con mis telas cuando estoy haciendo vestuario, cuando hago luces con mis filtros, gelatinas, cambiando colores… Necesito jugar, para mí la base del juego es importantísima.

¿Y qué le dirías a ese chico de Cádiz que empezó a jugar al teatro sin saber hasta dónde iba a llegar?

¡Qué tal pregunta! (risas). No pierdas el tiempo con tonterías, date prisa que el tiempo se te agota y hay que hacer muchas cosas. Y juega, siempre juega, tómatelo todo como un juego, con la seriedad que tiene un juego, desde la seriedad que tiene el propio juego, eso sí.

Juan Sebastián Domínguez

España

Máster en Estudios Avanzados de Teatro por la Universidad de la Rioja, Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Cádiz y de Escenografía por la Real Escuela Superior de Arte Dramático, de Madrid. Ha realizado diseños en escenografía, vestuario e iluminación, tanto en España como en América Latina, abarcando teatro, ópera, danza y zarzuela. Su vestuario de Jardiel, un escritor de ida y vuelta, dirigida por Ernesto Caballero, fue finalista al Premio «Adrià Gual» de Figurinismo 2017 de la ADE. Ha sido Gerente de Escenografía, Decorados y Accesorios para Puy du Fou – España, siendo responsable del departamento artístico del parque temático, que se inauguró con el espectáculo El sueño de Toledo (2019). En Perú ha diseñado las escenografías de El padrePantaleón y las visitadorasEste hijo, etc.

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Cortitas Diálogos 4

Recordando al profesor Núñez

 

A lo largo de 40 años de actividad pedagógica, el escenógrafo y profesor Eduardo Núñez Meza ha educado a muchísimos artistas escénicos de la Ensad. Con el tiempo, varios de ellos, a su vez, se han convertido en los maestros y las maestras que actualmente también laboran formando alumnos en la especialidad de escenografía. En este artículo, gracias a la gestión de Estefany Farías, jefa de la carrera de Diseño Escenográfico, recorremos —en las propias palabras del profesor Núñez— su experiencia de vida, un breve repaso histórico de la escuela, y su arriesgada apuesta por el teatro. Acompañan esta nota, tres audios que reflejan el cariño y la huella que dejó el maestro Núñez en sus alumnos y compañeros de camino, durante su paso por la enseñanza teatral.

Entrevista a Eduardo Núñez, realizada por Estefany Farías, Thäís Flores y el apoyo para la grabación de Orlando Remuzgo.

Cómo llegué a la ENSAD

Llegué a la escuela por causalidad, se podría decir. Pasaba por ahí y vi un letrero que decía «último día de inscripción para la escuela». Entré, averigüé de qué se trataba; me dijeron que era teatro, tres especialidades: Actuación, Pedagogía y Escenografía. Como sabía algo de escenografía por haber tenido experiencias en el colegio, me inscribí en Escenografía. Al día siguiente fueron los exámenes. Afortunadamente, logré nota aprobatoria e ingresé. Estamos hablando del año 1966.

Ingresé en 1966 y egresé en 1968. En ese entonces, la escuela se llamaba Instituto Nacional Superior de Arte Dramático, INSAD, y solamente estudiábamos dos años. Para egresar, los alumnos de mi carrera diseñábamos y realizábamos la escenografía de una obra donde actuaban los alumnos de Actuación y Pedagogía. Después de la ceremonia de graduación se nos entregaba el título con las firmas correspondientes. Eso era todo, no teníamos que hacer ningún otro trámite para obtener el título.

Mi decisión de trabajar enseñando

Después de egresar como escenógrafo, yo seguía trabajando como agente vendedor. Un día, al frente de la escuela, me encuentro con mi ex compañero de estudios Paulo Lachira, quien me comunica que el director de la escuela, don Mario Rivera, me estaba buscando y quería hablar conmigo. Paulo me acompaña hasta el ingreso de la escuela, luego me hacen pasar a la dirección. El director entonces me comenta que Remberto Latorre, mi profesor de diseño, se había retirado del curso porque viajaba a Chile; y debido a que estaba dejando el puesto libre, me había recomendado para poderlo suplantar el tiempo que él estuviese por allá.

Me pareció algo un poco extraño. En realidad, yo no pensaba seguir trabajando en teatro o empezar a trabajar enseñando. Le dije al director la cantidad que yo ganaba, y él me dijo la cantidad que me ofrecía la escuela. No me pareció adecuado, por eso le mencioné que no estaba interesado, pero comenzamos a conversar. Al cabo de dos horas, recuerdo haber salido de esa reunión sosteniendo entre las manos mi carta de renuncia al otro trabajo. No estaba muy seguro todavía de entregarla, pero al día siguiente voy y entrego la carta de renuncia, vuelvo a la escuela y me pongo a órdenes de don Mario Rivera. Me dieron la jefatura del curso de escenografía, iluminación, y bueno, empecé, con mucho temor todavía porque a quienes llamaba «mis alumnos» eran casi de mi edad, entonces fue un poco difícil empezar.

De aquellos primeros años de experiencia pedagógica rescato muchísimo, en primer lugar, el afecto que encuentro yo en los alumnos; a pesar de mi edad, como mencioné, el respeto y sus miradas de atención me hicieron sentir muy bien. Tuve alumnos excelentes, fue una promoción bastante capacitada también, aparte de la mía. Con el pasar del tiempo, algunos fueron retirándose, disminuyendo la cantidad de alumnos, y aproximadamente unos diez terminaron la carrera. Recuerdo haber pasado momentos muy agradables con ellos, me hicieron sentir muy bien y por eso es que me animé a firmar para el siguiente año.

Mi desempeño en el medio laboral

Como egresado de la escuela, trabajé con Ernesto Ráez, él fue uno de mis primeros directores y además compañero de trabajo; entre algunos artistas reconocidos con los que trabajé también están Edgar Guillén, Luis La Roca, y muchos otros. Entre mis compañeros de estudios —ellos en Actuación, yo en Escenografía—, recuerdo a Haydee Cáceres, Reynaldo Arenas y Humberto Cavero.

Una de las primeras obras en las que empecé a trabajar se realizó en el Teatro Municipal del Callao; posteriormente, continué en el Teatro Municipal, en el Teatro Segura, en la Asociación de Artistas Aficionados, más conocida como la Triple A. También trabajé en los café-teatro de Miraflores, como La Gata Caliente de Jonel Heredia, o Barrabás… En casi todos los café-teatro de Miraflores llegué a trabajar, con diversos directores también, obras variadas de autores tanto nacionales como extranjeros. Ahora, es bien difícil recordar nombres específicos, han pasado alrededor de 50 años…

Lo que ha sido la escenografía para mí

La escenografía es una de las actividades teatrales más interesantes, se puede decir que allí es donde confluyen diversas artes, como el dibujo, la pintura, las artes plásticas en general. Dentro de la realización escenográfica en sí, primero empezamos pintando telones. En ese entonces no se armaban bastidores de triplay, se armaban bastidores con telas y se pintaban telas, ahora ha cambiado, se hacen bastidores con triplay, incluso ya se emplean tornillos en vez de clavos, pero se use el material que se use lo importante es que uno va creando, y disfrutando.

En la escenografía se va trabajando de acuerdo a los espectadores, al ambiente que va a rodear a los actores, poniéndolos dentro de la situación social en que viven; si la obra es de época, la escenografía ubica a los actores dentro de la época. También se aprende bastante de sicología del color. Y gracias a la escenografía también se conocen otros lugares; con varias compañías he tenido la oportunidad de hacer viajes de gira, con los cuales comencé a conocer un poco más del Perú.

El profesor Núñez en palabras de Reynaldo Arenas
El profesor Núñez en palabras de Carla Roshental
El profesor Núñez en palabras de Estefany Farías

 

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Diálogos 4 Reflexiones

Entrenamiento del cuerpo para las artes: una mirada y algunos postulados

Cristhian Pastrana

«Un cuerpo no está vacío. Está lleno de otros cuerpos, pedazos, órganos, piezas, tejidos, rótulas, anillos, tubos, palancas y fuelles. También está lleno de sí mismo: es todo lo que es».

Jean Luc, Nancy. 58 indicios sobre el cuerpo, 2007.

Cuerpo

El cuerpo. La unidad física que poseemos para movilizarnos por el mundo y percibirlo. Un grupo de células forman un tejido; un grupo de tejidos forman un órgano; un grupo de órganos forman un sistema y varios sistemas se juntan para finalmente constituir lo que denominamos el —nuestro— cuerpo. Vale aclarar, sin embargo, que se trata de un todo que va mucho más allá de solo señalar que es el resultado de la suma de cuantiosas partes.Si nos quedáramos con esta breve descripción, seríamos muy mezquinos.

Lo que corresponde es mantener una consciencia clara de la complejidad del cuerpo y, por lo tanto, sostener la atención y cuidados que merece, pues se trata de nuestra propia existencia física, con la cual podemos generar diversas maneras de movernos por el mundo que nos rodea. Arrastrarse, balancearse, rodar, gatear, caminar, correr, saltar, coger cosas, lanzar otras, y más acciones que iremos descubriendo y aprendiendo a lo largo de nuestras vidas mientras vamos avanzando en edad y experiencias. El cuerpo es receptor, a través de los sentidos, de absolutamente toda la información con la cual viabilizamos una interpretación de nuestro entorno, de nuestra realidad: sentir, mirar, oler, degustar, oír. Por otro lado, no solo cumple funciones fisiológicas, perceptivas o de desplazamiento, sino también comunicativas. Una mirada, un gesto, una postura, un desplazamiento con una determinada velocidad, una acción específica, la voz, por manifestaciones mínimas que sean, pueden expresar muchísimo y en eso radica su gran poder.

Una de las capacidades inherentes del cuerpo, mediante la cual consigue hacer tanto, es el movimiento. Dado que se manifiesta de manera espontánea, intuitiva, posiblemente muchas veces olvidamos que el movimiento es también una necesidad que se debe atender, tanto como alimentarnos o descansar, para promover nuestra salud física, emocional y mental. Si cada elemento existente dentro del universo posee y se encuentra en constante movimiento, nuestro cuerpo no podría ser la excepción. Entonces, si nuestro cuerpo es una entidad que así como las estrellas está en constante movimiento, consciente o inconscientemente, de forma voluntaria o involuntaria, no hay nada más pertinente que brindarle la oportunidad de moverse para su bienestar.

Entrenamiento Grotowski. Actores Antoni Jahołkowski y Ryszard Cieślak en el Teatro Laboratorio de 13 Filas, ciudad polaca de Opole, 1964. El nombre ’13 filas’ se refiere a la cantidad de filas de sillas que podrían caber en el espacio que obtuvieron, que medía 72m². Fuente: https://grotowski.net/en/media/galleries/training-laboratory-theatre-opole-1964-15

Manifestación inminente

Mover el cuerpo y comunicar a partir del cuerpo, así como las innumerables variables que pueden surgir de la interacción de ambas manifestaciones, ha sido aprovechado por los seres humanos desde tiempos inmemoriales; nos ha permitido no solo expresarnos sino también sobrevivir. Con un solo gesto le puedo indicar a mi tribu que se detenga y, a la vez, con un solo gesto puedo compartir mi alegría. Con el transcurso del tiempo, explorando, aprendiendo y profundizando en el empleo del cuerpo, fueron surgiendo las primeras materializaciones de lo que hoy conocemos como teatro, danza, circo o performance.

Si nos referimos a las artes escénicas, evidentemente, el cuerpo se convierte en nuestra principal materia prima, nuestra herramienta e instrumento; literalmente, nuestra existencia en el escenario. Ya sea que lo expongamos directamente o mediante sombras, que manipulemos títeres o marionetas, que solo utilicemos la voz para ser oída, o la imagen de una proyección o video, necesitamos y hacemos uso de nuestro cuerpo. Este cuerpo, entonces, requerirá preparación y cuidado dependiendo de lo que se quiera hacer o comunicar como intérprete: desde realizar dos saltos mortales en la báscula a estar sentado durante toda una función, siempre tendremos que preparar nuestro instrumento interpretativo, ya que estamos en el escenario viviendo una experiencia extracotidiana.

Entrenamiento Meyerhold. Ejercicios de Biomecánica. Fuente: http://www.hunter.cuny.edu/classics/russian/courses-1/drama

El cuerpo y su movimiento en el teatro

 En atención a este propósito de acondicionar nuestro cuerpo para el escenario, en el arte teatral encontramos diversas propuestas de varios maestros cuyo legado es importantísimo para la formación de artistas escénicos en el mundo. Grotowski y su Teatro Pobre, Lecoq y su Teatro Físico, Meyerhold y su Biomecánica, Laban y sus Esfuerzos, por citar algunos, han planteado sistemas de trabajo significativos.

Podríamos explayarnos mencionando algunos detalles de la pedagogía y didáctica de cada una de estas prácticas, pero esto no forma parte de los objetivos del presente ensayo; resulta pertinente, más bien, mencionar otro aspecto que también considero importante: el acceso a este conocimiento. Lamentablemente, en el Perú vivimos en un contexto donde todavía es complicado acceder a una formación enmarcada dentro de los sistemas de los grandes maestros. Sin desmerecer el trabajo de muchos artistas colegas que hacen denodados esfuerzos por la difusión y transmisión de estos saberes, lo cierto es que aún queda mucho tramo por recorrer.

Hay múltiples factores que entran en juego cuando una persona decide dedicarse al teatro y empieza a buscar donde formarse: el aspecto económico, el acceso a la información —con la que muchas veces no se cuenta, lo que deriva en desconocimiento—, o la ubicación geográfica, entre otros. En cuantiosas ocasiones, si se quiere aprender alguna técnica artística eficientemente, de alguna manera solo queda “tener suerte”. Por ejemplo, quienes vivan en algún distrito de la periferia de Lima podrían considerarse afortunados si se establece una asociación cultural en la zona, o si por lo menos llega al colegio un profesor capacitado. Debemos considerar también lo que sucede en el interior del país, ¿qué pasa en las provincias más distantes con todos los jóvenes que desean ser actores o actrices?

Por otro lado, si tenemos el privilegio de poder acceder a una formación profesional en alguna escuela, asociación cultural, compañía o agrupación, probablemente esto no nos garantice que en efecto tengamos una formación corporal consistente y acorde a nuestras necesidades físicas. Los maestros de estas instituciones deben tener en cuenta que no basta con las ganas o la buena voluntad de “enseñar” por “repetición” lo que se aprendió. Para poder transmitir un conocimiento hace falta estudio, formación y experiencia; aprender, pero también aprender a enseñar. Claro que existe una urgencia, una necesidad de multiplicar el conocimiento, pero quienes educamos los cuerpos debemos hacerlo con mucho cuidado ya que se trata de nuestra principal herramienta de trabajo como artistas escénicos; y sobre todo, hay que ser conscientes de qué tan preparados estamos para enseñar antes de asumir dicha responsabilidad.

No basta con indicarle al estudiante “ya lo viste, ahora repítelo”, o solo darle una determinada premisa “para que se mueva”, también habrá que brindarle acotaciones técnicas básicas y necesarias para un buen desempeño, guiarlo o guiarla para que tenga claro dónde debe apoyar las manos, dónde ubicar y trasladar el centro del cuerpo, hasta dónde desplazar su peso, etc. Así evitaremos frustraciones, lesiones e incluso pérdida de tiempo; esto último porque si bien es cierto que la repetición es una herramienta útil e ineludible, su uso excesivo, que además suele no comprometer el análisis de una determinada acción o movimiento, finalmente puede generar retraso en un proceso. Esto sucede cuando el encargado de la materia no tiene un conocimiento profundo que ofrecerle al ejecutante; entonces, no le quedará otra opción más que indicarle que repita el mismo ejercicio todas las veces posibles, una y otra vez. Hacer que un joven artista aprenda a realizar un rodamiento hacia adelante, el famoso “volatín” o “volantín”, es un ejemplo claro y común de esto que estamos señalando. Existe una técnica y un proceso acordes a las necesidades corporales de cada persona, pero si al estudiante solo le muestro “cómo moverse” y le digo que lo repita las veces que sea necesario “hasta que le salga”, nada garantiza que realmente lo pueda conseguir, y esta deficiencia, finalmente, no será responsabilidad de quien pretende aprender, sino de quien pretende “enseñar”.

Como artistas escénicos es muy importante tener en cuenta que resulta imprescindible la preparación de nuestro cuerpo como instrumento interpretativo; así mismo, considerar que este proceso se realice en concordancia con nuestras necesidades físicas. La responsabilidad de velar por dicha formación nos pertenece. Por este motivo, sugiero a todos los jóvenes que están iniciándose en su formación artística, que investiguen mucho acerca de cómo está estructurado y cómo funciona su propio organismo; y que también cuestionen, observen y exijan a sus profesores si perciben en algún momento cierto descuido o dejadez.

Hay que percatarnos también de que la preparación de nuestro cuerpo no solo involucra el aprendizaje y el entrenamiento, sino que esto se complementa con un correcto descanso y adecuada alimentación. Generar nuevos hábitos saludables nos ayudará a cuidar nuestra salud, tener un proceso más eficiente y que nuestra formación física se sostenga en el tiempo. Con respecto a la alimentación, no se trata necesariamente de censurarse, pero sí, por lo menos, debemos tener un orden y consciencia de lo que se consume, investigar los beneficios de comer determinado alimento, y reconocer qué cantidades ingerir preferiblemente. Comer para sentirnos bien es válido; pero también, brindarle a nuestro cuerpo lo que realmente necesita. Además, recordemos siempre incluir en nuestra programación diaria de actividades los momentos necesarios para alimentarse. Y hago hincapié en este aspecto porque en los últimos tiempos cada vez es más recurrente escuchar o mencionar que “no tengo tiempo para comer”, cuando en realidad debería ser lo primero a tener en cuenta al planificar nuestro día porque, literalmente, los alimentos son los insumos con los que mantenemos y sostenemos nuestro cuerpo, que como ya sabemos, es nuestra principal herramienta de trabajo.

Si deseas convertirte en un artista escénico eficiente, pues trabajarás para tener un instrumento —tu cuerpo— bien afinado, según tus necesidades; entrenarás, descansarás y alimentarás tu cuerpo correctamente, aceptándolo y queriéndolo tal como es.

El viaje del Ukuko. Unipersonal interpretado por Cristhian Pastrana y dirigido por Carlos Santos Becerra, 2020. Fotografías de Brunella Nosiglia

El entrenamiento desde otros puntos de vista

Tuve la gran oportunidad de estudiar la carrera profesional de Educación Física en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Así pude acceder a un conocimiento que me ayudó a nutrir y fortalecer mi formación artística; además que el contexto universitario me permitió compartir con más compañeros y colegas del campo del arte, o con profesionales de otros ámbitos como el deporte. Durante estos años formativos, aprendí un aspecto del trabajo físico que en el mundo artístico no está del todo posicionado aún, y que tiene que ver con el cuidado del cuerpo: prestarle atención a las lesiones.

Cuando se presenta una molestia o lesión, la principal recomendación es hacer un alto a  las actividades, con un tiempo estimado según la gravedad, y asimismo buscar ayuda profesional. Pero en las prácticas escénicas, reiteradas veces sucede lo contrario. En varias ocasiones he sido testigo de frases como “me duele, pero seguiré ensayando porque es mi compromiso”. Evidentemente, se trata de actitudes que romantizan situaciones imprudentes como seguir asistiendo a clases o seguir ensayando a pesar de padecer una lesión; y lo que es peor aún, estas posturas las refuerzan muchas veces los mismos maestros o directores, demostrando que no existe una consideración por cuidar la integridad del instrumento primordial del artista, su cuerpo.

Primero, entonces, el cuidado. Segundo, la exploración interdisciplinaria. Considero importantísimo, tanto para alumnos como maestros, que se nutran de otros lenguajes de movimiento a los que puedan acceder, que intercambien con profesionales de diversas disciplinas. Esto ayudará a fortalecer e incrementar sus conocimientos. Para un actor será muy enriquecedor aprender algo de danza, circo o algún deporte como artes marciales, entre otros; también, dialogar con entrenadores, maestros de Educación Física, psicomotricistas, etc. Siempre hay algo nuevo para asimilar. Con la posibilidad de explorar otras experiencias de movimiento, las capacidades del actor o actriz crecerán enormemente; comprenderá, por ejemplo, cómo apoyar correctamente la mano en el piso o cómo realizar el movimiento de retroversión de cadera, podrá corregir posturas o ejecutar patrones de movimiento, etc. Como se dice popularmente, “todo suma”.

Modelo de clase

A continuación voy a compartir, desde mi perspectiva, un modelo general de clase presencial de trabajo físico para la formación de artistas. Probablemente, en algún momento hayan tenido una sesión parecida, pero consideremos ahora ciertas observaciones. La estructura básica se divide en tres fases: Activación, Parte principal y Vuelta a la calma.

  • Fase Activación o, comúnmente llamada, Calentamiento. Es aquella fase inicial en la que vamos a predisponer nuestro cuerpo hacia el trabajo que se realizará durante toda la clase. Personalmente, prefiero denominarla Activación, ya que esta palabra señala con mayor exactitud lo que se realiza. En esta fase, se le va “avisando” a nuestro cuerpo que lo queremos “activo”; con el sucesivo avance de los ejercicios iremos incrementando de manera progresiva el ritmo de funcionamiento de nuestro corazón y pulmones, mejorando la irrigación sanguínea a los músculos, lubricando las articulaciones y predisponiendo adecuadamente a los demás órganos, ya que vamos a trabajar extracotidianamente. El “calentamiento”, que es la elevación de la temperatura corporal, se presenta como consecuencia natural del trabajo realizado. Considero importante aclarar esta perspectiva en la manera de abordar nuestro trabajo físico durante la primera parte de la clase. Si el objetivo de ese momento se concentra en “activar” el cuerpo, la premisa será mucho más amplia y completa; en cambio, si nos preocupamos solo por “calentar” —es decir, elevar la temperatura y nada más—, posiblemente descuidemos que el cuerpo entero esté comprometido, ya que el haber “calentado” no garantiza un cuerpo correctamente activo y listo para la clase. Se trata de un detalle, apenas un cambio de premisa cuando se da la indicación de empezar el entrenamiento; sin embargo, este pequeño cambio ofrece una perspectiva integral que nos permitirá tener un mejor rendimiento, e incluso prevenir lesiones. Duración: 20% del tiempo de duración de la sesión.
  • Parte principal. Se denomina así aquella fase del entrenamiento donde el maestro impartirá a los estudiantes el tema (o los temas) que desea transmitir como aprendizaje. Ya lo he señalado y vale la pena repetirlo: es muy importante que el maestro esté siempre listo y dispuesto a transmitir el conocimiento de manera asertiva y eficiente. Sea cual sea el método de enseñanza que use, debe orientar, acompañar, observar y absolver las dudas que surjan en el camino. Su responsabilidad también consistirá en intervenir físicamente, de ser necesario, con una toma, empuje o apoyo. En este aspecto, tiene importancia también su indumentaria. Resulta contradictorio —desde mi perspectiva— dictar un curso que involucre movimiento corporal, vistiendo ropa no acorde a la actividad física o usando accesorios que no brinden la comodidad necesaria para cuando se quiera dar un ejemplo de ejecución o ayudar a un estudiante. Duración: 70% del tiempo de duración de la sesión.
  • Vuelta a la calma. Última fase del entrenamiento; su propio nombre indica lo que se quiere conseguir en este momento, justamente volver a la calma, hacer que el estudiante retorne de manera progresiva a su cotidianidad para que no se retire de la clase sobreestimulado o con las pulsaciones aceleradas. Además de desarrollar las actividades necesarias que nos ayuden a retomar el sosiego, también se puede aprovechar esta fase para seguir aprendiendo o seguir reforzando capacidades, por ejemplo, si se realizan ejercicios de flexibilidad o respiración, entre otros. Y si en alguna clase no se llevara a cabo este momento final del entrenamiento, tal vez por falta de tiempo, te recomiendo, estimado o estimada estudiante, que trates de encontrar por lo menos un par de minutos para realizarlo de todas maneras. Tu cuerpo te lo agradecerá. Duración: 10% del tiempo de duración de la sesión.

La distribución de tiempos podría variar según el objetivo de la sesión, características del espacio, grupo de trabajo o alguna circunstancia que se presente, pero en general, los porcentajes indicados nos brindan una referencia estándar que nos ayudará a mantener el orden de forma eficiente.

Por último, vuelvo a enfatizar la idea de que el maestro permanezca durante toda la clase con predisposición extracotidiana, con la mirada y la escucha multiplicadas, y el cuerpo listo para intervenir. Evidentemente, también debe estar vestido con una adecuada ropa de trabajo, ya que se predica con el ejemplo. A partir de detalles elementales como la indumentaria utilizada en clase o la puntualidad, se ponen de manifiesto el interés o la voluntad que se tienen para el trabajo.

Clases virtuales de Bienestar en Movimiento. A cargo de Cristhian Pastrana, 2020.

La nueva realidad

Ya que hemos realizado una revisión rápida de un modelo de clase presencial, corresponde ahora observar cuáles serían las implicancias en una clase de modalidad virtual.

A nivel de estructura, la clase virtual puede seguir la misma distribución, pero teniendo en cuenta las nuevas necesidades surgidas por el cambio de canal comunicativo. Como cada uno está en su casa, tanto maestro como estudiantes deberán verificar que el espacio donde van a desarrollar las actividades sea el óptimo, o en todo caso, tomarse un tiempo para hacer los ajustes necesarios (mover muebles, adecuar la iluminación, etc.). Lo principal es velar por la integridad física de los estudiantes, por ello se han de seleccionar actividades que no impliquen mayor riesgo. En ese sentido, para conocer su estado físico, el maestro también puede elaborar un estudio previo; por ejemplo, un formulario donde los estudiantes completen datos como su historial de salud.

Si en una clase presencial el maestro observa con esmero, acompañando así el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues ahora tendrá que multiplicar esos esfuerzos, ya que solo es testigo de lo que sucede mediante una pantalla. Por ello, plantear acuerdos entre maestro y estudiantes resulta sumamente importante para que la dinámica de la clase se desenvuelva de la mejor manera posible. En el caso de que alguien no comprenda alguna indicación, por ejemplo, debe manifestarlo para que el maestro enfoque su atención en esa persona; y si varios estudiantes tienen dudas, pues habrá que enfocarse en cada uno de ellos. Es importante invertir tiempo y esmero en el monitoreo para evitar ejecuciones incorrectas que a la larga puedan derivar en golpes o lesiones. Todos los esfuerzos son bienvenidos para que las sesiones sean fructíferas y a la vez saludables. Entonces, cuidar la integridad de los estudiantes y del maestro se convierte, como podemos observar, en el factor común más importante de ambas modalidades.

Presente y adaptación

En nuestro contexto, abordar el entrenamiento del cuerpo ha venido ganando terreno poco a poco, tanto en el teatro, la danza, el circo, etc. Sin embargo, dada la coyuntura mundial a causa de la emergencia sanitaria que afrontamos, este avance que se venía dando ha sufrido un retroceso, una reducción en su celeridad, por no decir que se ha detenido casi completamente. En definitiva, si existe la posibilidad de que la situación actual implique no solo un decrecimiento en el rendimiento físico de los artistas, sino también una variación en sus hábitos, por otro lado, también es posible esperar que nos adaptemos cada vez más y que podamos seguir avanzando en el entrenamiento a partir del movimiento, así como en el crecimiento de las capacidades de nuestra materia prima, nuestro cuerpo. Este segundo camino es el que, seguramente, todos nosotros como artistas escénicos estamos empeñados en seguir. Esperamos que así sea, y por qué no decirlo, ya hemos dado hace buen tiempo los primeros pasos para que suceda.

Cristhian Pastrana

Perú

Licenciado en Educación Física por la UNMSM, con especialidad en Preparación Física; estudió Actuación en la ENSAD y distintos talleres como Formación en Circo Social, a cargo del Cirque du Soleil, La Tarumba y el Fondo Multilateral de Inversiones del Grupo BID; Comedia del Arte en La Tropa del Eclipse; Improvisación en la Asociación Cultural Diantres, entre otros. Ha sido docente en varias instituciones, y es profesor de circo en La Tarumba. Fue integrante de la Compañía de Danza Teatro Adú Proyecto Universal, con quienes ha representado al Perú en múltiples festivales de danza y el FAEL. Es intérprete del espectáculo unipersonal El viaje del Ukuko, dirigido por Carlos Santos Becerra, con quien ha fundado el colectivo de arte contemporáneo “Materia Prima”. Asimismo, ha integrado el equipo de asistencia técnico-pedagógica para la elaboración de contenidos de los programas Aprendo en Casa para radio, de este verano 2021.